Por Alejandra Collette Spinetti Núñez
Shhhhhhhhhhh, fue el mandato patriarcal, machista, heteronormado y milico que tantos años mantuvo a las identidades trans, en el doloroso silencio de esconderse, de esconder su voz en las pensiones de la calle Maldonado. Escondidas en los barrios de la periferia, agrupadas en familias trans de elección, compartiendo un mate o unas tortas fritas. Solo podían salir, enmascaradas, en el día como “Reinas de Boulevard en la noche”.
Ese silencio de Boulevard del día, en las noches se llenaba de voces y sonidos de tacos corriendo, escapando de la razzia para esconderse en los jardines frondosos de aquellas casas que soñaban pero que jamás habitarían.
Travestis hechas con silicona industrial y aceite de avión porque era la única posibilidad ante la pobreza: siliconarse para ser lo que siempre desearon. Ser, para ellas, era una esquina. Para ellas, ser, era una esquina de Boulevard, con frío, calor, lluvia, viento, sangre y tacos. En esos rincones oscuros conquistaron la voz detrás del silencio.
Esas silenciadas con nombres y sobrenombres de las que hoy solo tenemos algún recuerdo, sin saberlo pusieron su cuerpa a la lucha. Las veredas de Boulevard estarán, para siempre, marcadas por el miedo y el dolor. Herencia del sufrimiento por un amor romántico que no les pertenecía, porque los hombres a los que aspiraban usaban esos cuerpos para el placer, pagaban por el servicio, no para construir sus vidas con las putas travestis de Boulevard.
Foto: Mariela Benitez
Durante los años de dictadura y hasta el 2005 existía en Uruguay el llamado “edicto de razias”, que le permitía a militares y policías detener y encarcelar a todas aquellas personas, en especial varones que notaban “amanerados” o “travestidos”, por atentado violento al pudor. Amparados en este edicto se encarcelaban a las personas que, bajo la percepción oficial, eran los “raros” o “travestidos” y se los “fichaba” bajo el rótulo de “pederasta pasivo” lo que generaba un antecedente penal que no les permitía, entre otras cosas, salir del país. En ese entonces, muchas compañeras trans salían del país con documentos falsos o simplemente cruzaban ilegalmente las fronteras en busca de una vida mejor y más libre. Aun cuando los países vecinos también estaban en dictaduras, tenían miradas diferentes hacia la población lgtb. De esas mujeres, pocas volvieron al país y muchas estuvieron cooptadas por redes de trata y secuestradas en prostíbulos ilegales, muchas otras fueron encontradas muertas o asesinadas.
Cuántas de esas mujeres, de las que no sabemos nada, porque los registros no incluían la variable travesti, fueron prisioneras, fueron torturadas, usadas y abusadas en los cuarteles y comisarías. Cuántas de esas mujeres, hoy siguen silenciadas, sin foto, sin reconocimiento, sin nombre, sin una calle, un espacio que les de voz. Cuántas de esas mujeres trans, hoy siguen silenciadas por el patriarcado machista, cuántas hoy tienen voz en espacios privados, pero no en los espacios públicos?.
Foto: Mariela Benitez
El poder dominante sigue silenciando las disidencias genéricas sin permitirle el acceso a los espacios de privilegio. Espacios que definen una frontera insalvable. Espacios que son, siempre, para las voces de quienes no son trans, pobres, afro, discapacitados.
Hoy Boulevard sigue siendo un lugar de trabajo sexual trans, de esas mujeres que son expulsadas en la adolescencia de sus familias, porque es mejor silenciar que acompañar, pero también de las migrantes que llegan a Uruguay soñando con el paraíso trans, soñando con un trabajo, con estudios donde no exista bulliyng, soñando con un país de oportunidades. Al llegar se encuentran con una encrucijada. Un país, donde el marco legal de avanzada queda en la abstracción del marco legal y no en el acceso real.
Las personas trans migrantes, afro, pobres, en situación de discapacidad, no escolarizadas, aún siguen silenciadas y en esa transeccionalidad muchas veces el pasaje por los centros penitenciarios sigue siendo casi obligatorio. La fuerte y pesada marca de la prisión en las personas trans, dejan secuelas difíciles de superar y que quedarán no sólo en la piel sino en la salud mental. La consecuencia inmediata es la calle y la prostitución en un país que pide antecedentes penales para el ingreso laboral.
Los silencios son históricos, el silenciar la disidencia es una práctica que se repite a lo largo del tiempo. Aún hoy tenemos países en Latinoamérica y el Caribe donde la homosexualidad y más aún la identidad de género trans es condenada con prisión. Las voces detrás de esos silencios aún siguen presentes. Nuestra gran venganza es resistir, es ser, es sentirnos felices siendo honestas en una sociedad deshonesta. Hoy mujeres y hombres trans, personas queer, de género fluido, no binaries, seguimos luchando por hacer oír la voz y romper con el silencio doloroso que nuestras antecesoras vivieron en carne propia y aun así, resistieron. Hoy seguimos luchando para terminar ese silencio. Romper el silencio en la ciudad y que en el espacio de ese boulevard - que para la comunidad trans se convirtió en un lugar político de lucha- lleve una marca de recuerdo, de valoración a todos aquellos que pusieron su cuerpo y su cuerpa en la lucha.
Foto: Mariela Benitez
Profa. Alejandra Collette Spinetti Núñez
Profesora de literatura Consejo de Educación Secundaria
Directora Nacional de COLECTIVO TRANS DEL URUGUAY
Secretaria General de CORPORA EN LIBERTAD
Integrante del COMITÉ DE GOBIERNO DEL FONDO INTERNACIONAL TRANS
Asesora por Uruguay de la RED IBEROAMERICANA DE EDUCACIÓN
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