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Esquinas del Arte

El amor siempre será la base de todo

Texto y fotografía: Elizabeth Carrato¹

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Formé mi profesión e interés en el arte en distintas instituciones. Comencé realizando un taller de dibujo y pintura particular, luego estudié formalmente Dibujo y Pintura en la UTU Escuela Dr. Pedro Figari. Resolví mi profesión en el IPA, con el profesorado de Comunicación Visual y Dibujo, luego amplié un poco más el Dibujo Técnico en la UTU Instituto de Enseñanza de la Construcción (IEC).

Continué con mi formación en el estudio de la imagen y en el 2017 entré al Foto Club Uruguayo para hacer el Básico, y seguí luego con distintos talleres. Motivada por los docentes, he ido dedicándome a la investigación del autorretrato y ampliando el lenguaje que me permita contar historias propias. A este recorrido incorporé la formación en el audiovisual en la Escuela de Cinemateca del Uruguay, el Diplomado de Dirección de Fotografía.

Esta es la reseña de mi currículum artístico. Pero cuando intento recorrer el camino hacia atrás para encontrar el comienzo de este interés, buscarle la explicación a toda una vida dedicada al área del arte, la razón por la que estoy formándome insistentemente en ello, encuentro que ya desde muy niña me encantaba el acto de enseñar y dibujar. Mis hermanas y primas, todas más chicas que yo, eran las que me hacían el aguante y me regalaban unos minutos de la tarde para jugar a las maestras. Allí les proponía hacer dibujos de lo que quisieran, la idea era pintar todas juntas y, para tener unos minutos más de su entusiasmo, les decía que al terminar se los venderíamos a nuestra familia, madres, padres y abuelos, e íbamos en el momento justo en que estaban todos de sobremesa con el café. Con las moneditas recaudadas comprábamos caramelos y pasábamos al siguiente juego que era armar tiendas entre los árboles gomero que tenían los abuelos en el patio.

No tuve referencias de artistas, pero sí de artesano. Mi padre era zapatero y trabajaba en forma particular desde casa. Nací, crecí y aprendí a hacer zapatos de todo tipo. A pensarlos, planificarlos en papel, tomar medidas y construirlos. Hacíamos con mis hermanas los deberes entre clavos, cueros y el fuerte olor al cemento. Esos momentos de la niñez y los encuentros de familia acunaron mis sueños y fueron fortaleciendo todas mis ocurrencias.

Tuve un pasaje por el estudio de la filosofía, pero siempre en paralelo estudiaba y practicaba el dibujo. Llegó la hora de decidirse, porque no podía sostener ambas carreras. Y fue allí entonces que elegí, ya teniendo una base en esa área, mi profesión como profesora en Comunicación Visual y Dibujo. Luego de años de ir preparando cada programa para el nivel que me tocara dar clase, me fui dando cuenta de que hay cierto abandono a lo laboral, preparando para otros, pero nada para mí. Dar solamente clases no me estaba satisfaciendo del todo. Y me gustaba mucho uno de los temas que era analizar con los alumnos las imágenes gráficas sobre publicidad.

Así comienza mi recorrido por el diseño gráfico en algún taller, hasta que llego al Foto Club Uruguayo para poder entender un poco más cómo se logran esas imágenes, que hoy entiendo que son de producto. Pero una vez que entré allí descubrí un mundo mucho más gigante de lo que yo tenía en mente. Fue como ir por una respuesta y venirme con veinte dudas. Entonces me di la oportunidad de cambiar algunas cosas en mi vida. Cambié algunas horas de docencia directa por indirecta, lo que me dejaba los fines de semana un poco más libres para dedicarme a esta nueva área, la fotografía. Como comenté anteriormente, cursé varios talleres en los que me he ido descubriendo en otros ámbitos que me llevaron de afuera hacia adentro. Es así que hoy por hoy me dedico al autorretrato, fundamentalmente.

Siempre tenemos cosas para contar, y a menudo se me llena la cabeza de imágenes que necesito fotografiar porque en ese momento me están murmurando algo que necesito visualizar materialmente. Mi casa es mi refugio y mi estudio. Allí, en soledad, voy transformando el espacio en otra cosa que ligue con la idea. Hay muchas cuestiones que discuto conmigo misma porque necesito, junto a otros, seguir el camino de vida. La comunicación y sus interferencias es un gran tema que sigue latente. Y de ahí me lleva al velo y el desvelo, la verdad oculta, ¿la vida que vivimos o que elegimos vivir?

Cuando entendí la fotografía y la comencé a usar en favor de mis propósitos sentí que podía pensar en algo más y seguir investigando otras maneras de plasmar las imágenes. Como todavía tengo ganas y energías decido entonces adentrarme en el mundo del audiovisual. Comienzo a estudiar en la Escuela de Cine del Uruguay, la escuela de Cinemateca. Un mundo más que descubro y del que no es posible salirse tampoco. Todo el trabajo semiótico de la imagen es muy interesante. Y hay tanto de sensibilidad como de pensar el porqué de cada escena o cada elemento. Además, se agrega algo diferente del tipo de fotografía que he elegido que es el trabajo en equipo. Pensar junto a otros una idea, un proyecto, la función que cada uno cumple en un rodaje hace que funcione bien en el tiempo o no. Yo me aboqué a la parte técnica de iluminación y cámara, porque quiero seguir creciendo en esa área, me interesa muchísimo la iluminación, el color y toda la atmósfera que puede generarse con esos elementos.

A partir de entonces, puedo decir que hace ya seis años le di un giro a mi vida y la voy llevando por un camino en el que me siento cómoda y, ahora sí, satisfecha. Tengo proyectos en mente, pero, como todo, preciso asentarlos y dedicarles el tiempo que se merecen. Me gusta mucho el documental y por ahí hay algunas ideas que tenemos con un grupo de amigos, pero lo vamos llevando al ritmo que podemos. Mientras tanto, voy tomando de cada cosa que aprendo lo que me sirve según el proyecto.

En la docencia, la fotografía y el cine he encontrado refugios de los que entro y salgo con facilidad, porque allí se encuentran personas que acobijan cada sueño compartido, cada instancia de emoción, de dolor y de alegría. Tengo a mi familia que me apoya y me sigue en todo lo que hago, pero he ido también construyendo con mis amigos y compañeros una familia que le da una respuesta al modo de vida que elijo.

 

 

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¹ Actualmente me desempeño en secundaria, pública y privada, como profesora de Comunicación Visual y Dibujo, y como adscripta, respectivamente. Dedico todas las mañanas y tardes al trabajo. En el turno nocturno, que comienza a las 18 horas, me dedico a estudiar y formarme en dos áreas artísticas que son la fotografía y el cine. En fotografía, realizo talleres de especialización, de análisis y construcción de imágenes. En cine estoy cursando el Diplomado en Dirección de Fotografía, que implica el planteo y manejo de la luz y la cámara en un rodaje. Con los compañeros del Foto Club Uruguayo me dedico a planificar ferias y encuentros con fotógrafos para seguir construyendo un modo de expresión.

Esquinas del Arte

El hogar es el lugar donde se escucha la música de uno mismo

Texto por Sergio De León¹

Fotografía Mariela Benítez

El hogar es el lugar adonde ir, adonde volver, adonde quedarse escondido.

Es un lugar fuerte y frágil como un huevo. Lo telúrico y lo espiritual. Es el lugar donde después de comer un puchero, soñar y bañarse en una ducha, es posible escuchar la música de uno mismo.

Es un abismo seguro, es un centro gravitacional de todos mis fragmentos psíquicos.

Tiene una antigüedad que excede mi tiempo y una profundidad ancestral que requiere de un espacio físico y su respectivo pago de alquiler.

Mi hogar es un nido al que llega el sol. Hay otros nidos alrededor, una vecindad de nidos.

El hogar puede ser también comunitario. El hogar comunitario es algo difícil, trabajoso, requiere de tiempo.

Durante la pandemia, tuve más tiempo y experimenté eso de que el hogar se puede extender, experimenté el ensanchamiento de un territorio de política afectiva hacia otro nido, el que tenía al lado. El nido de Nieves.

Nieves es mi vecina más vieja, en todo sentido. Acaba de cumplir 92 años y desde hace dieciocho vivimos pegados, balcón con balcón, en la Ciudad Vieja de Montevideo.

Creía conocerla. Durante el confinamiento del 2020 intensificamos nuestra relación tanto que se diluyeron los límites entre su hogar y el mío.

Desde nuestros balcones contiguos, Nieves y yo vemos entrar y salir los barcos del Puerto, vemos ponerse el sol detrás del Cerro.

Una madrugada de marzo de 2020, sin poder dormir, salí a mi balcón. Para mi sorpresa, Nieves estaba en el suyo, también, desvelada. Poco después, sabría que además estaba triste.

Estaba perdiendo el mundo de las imágenes, cada vez veía menos y desde hacía unos pocos y largos días estaba perdiendo también el mundo de la calle, el de las casas de sus amigas, el de las clases de pintura, el de las noches de cenas y vinos por ahí.

Debíamos estar encerrados, confinados, a propósito de un virus nuevo que acababa de llegar al mundo.

Me hablaba en un tono confesional, en voz baja, como para que los vecinos no escucharan. Estaba angustiada, tenía miedo.

Sentía que no ver y no poder salir era un doble encierro. Me preguntó si yo no sentía, también, esa sensación de final en el aire.

Me señaló el Cerro sin poder verlo, pero sabiendo que estaba.

Que le gustaba mucho el Cerro, me dijo.

Cuando ella tenía veinte y pocos años, se había enamorado de un italiano anarquista que la llevaba a ver el atardecer a la Fortaleza, y allá tomaban vino y comían duraznos.

El italiano un día tuvo que irse a trabajar a Brasil y le pidió que se fuera con él.

Me dijo que no había tenido el coraje de irse con aquel amor, esa era la única cosa de la que se arrepentía.

El tiempo se había suspendido en aquella penumbra, y todo lo que decía levantaba bellas e íntimas imágenes.

El hogar también es un paisaje. Compartir un paisaje en intimidad con Nieves ha sido una forma de extender el hogar hacia un barrio, no solo a nuestro barrio, la Ciudad Vieja, sino extenderlo mucho más allá, hasta nuestro horizonte: el Cerro de Montevideo.

No se trata solo del paisaje, sino de las historias de vida contenidas en él. Un hogar, el propio o el comunitario, está inevitablemente poblado de historias, poblado de lo vivido y sentido allí.

La pertenencia a la ciudad intensifica la idea de hogar, contrariamente a ese sentimiento tan incómodo para mí, que es el sentirme extranjero.

Ser un extranjero es estar lejos del hogar. El hogar siempre es un nido desde donde ver un paisaje y reconocerse en las historias contenidas en él.

El hogar es el mejor lugar para enfermarse, curarse, e incluso el mejor lugar para morir. Antes vivir.

Foto di: Virginia Messia

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Angoli d'arte

Hablar de nosotras nunca fue sencillo

Texto por Eiko Senda¹

Fotografía s/a

Hablar de nosotras nunca fue sencillo porque existen muchas formas de autoboicot psicológico y antiguas creencias de machismo cristalizadas en nuestra memoria que nos oprimen hasta hoy.

 

Estoy en Porto Alegre (Rio Grande do Sul, Brasil) luchando para proteger y dignificar los derechos de los y las cantantes y músicos y músicas de la clase musical erudita como una parte de la militancia que ejercito desde 2019. Nuestra clase es absolutamente individualista, existen muchos mitos sobre divismo exagerado —en parte real, por falta de comprensión de lo que representa la misión de quienes crean arte— que en cierta forma han construido una profunda grieta entre hermanos y hermanas cantantes.

 

La humanidad aún tiene esa zona primitiva en la parte cerebral inferior que impulsa determinados comportamientos. La competencia entre colegas, la monopolización de los empleos y de los contratos se ha vuelto una especie de premio para los y las cantantes. Como soy pedagoga y profesora de Arte y Ciencia, comencé a hablar con mis colegas que están abriendo los ojos hacia un cambio social dentro de nuestra tribu erudita para cambiar nuestra realidad. Hasta hoy, hemos logrado crear una asociación de cantantes ―que va a transformarse en una cooperativa de artistas en el futuro—. Desde la Companhia de Ópera de Rio Grande do Sul con la CNPJ (el registro de personas jurídicas de Brasil) se oficializaron once producciones después de la inauguración de nuestra compañía. Hemos conseguido contratos con el Teatro San Pedro en Porto Alegre, uno de los teatros más importantes del estado. En total, cuarenta cantantes están trabajando sin descanso desde que nuestra nave espacial despegó.

 

Nuestra profunda reflexión viene de la pandemia. Muchos y muchas perdieron sus trabajos, incluyéndome. Al no poder pagar los alquileres, se quedaron sin casa. Entraron en depresión, abandonaron sus oficios, cambiaron su rumbo profesional. Vivimos un momento de inquisición social y psicológica en el siglo XXI con nuestra piel y huesos.

 

Con mi excompañero —aún como compañeros de un ideal—, Federico Sanguinetti, abrimos nuestra casa para intentar crear otra manera de hacer música al aire libre. La idea era apoyar a artistas sin trabajo con rifas y comidas, entre otros, en Uruguay y acá en Porto Alegre. Sin embargo, el hambre y falta de recursos eran tan grandes como el universo, y a mí me hizo repensar literalmente hasta qué punto no somos nada como seres vivos e incluso profesionales. ¡Cuán difícil es la unidad en nuestra clase cantante erudita en Uruguay! ¡Cuánto desinterés existe! La motivación era solo dinero y más dinero.

Una profunda depresión nos desbordó, pero, como escribió Tolstói, para reencontrar la luz, necesitamos caer hasta el fondo del nuestro ser. Así que ese fue el inicio de nuestra militancia. ¿Por qué estoy hablando de eso? Porque la mayoría de las mujeres de nuestra clase son aquellas que aún tienen sus cabezas manipuladas por antiguas creencias. La meritocracia y la prostitución inconscientes les dan, hasta cierto punto, un placer macabro como la prostitución de las adolescentes, a las que callaron durante siglos y siglos. Ahora, finalmente, estamos metiendo manos a la obra en la liberación de las voces femeninas de nuestra clase. ¿Quién dijo que era fácil? Porque las mujeres podrán hablar mucho, pero no hablan cuando alguna cicatriz sin resecarse esta clavada en el alma, esas heridas las callan. Escapan de las responsabilidades que les exigen ser quienes son de verdad. Las cantantes no están educadas para hablar, están educadas para no sentir ni protestar contra la injusticia. Simplemente las acostumbraron a sobrevivir con esa violencia silenciosa y normalizada. ¿Cuántas mujeres tienen experiencias de abuso sexual en su trabajo, cuántas se callaron la boca porque reciben los mismos abusos en casa y los normalizan para no enloquecer? Aguantan todo por los hijos, que pasan hambre.

 

Ahora estamos ensayando «Sor Angélica», que forma parte de El Tríptico (junto con «Gianni Schicchi» e «Il Tabarro»), una única ópera de Puccini protagonizada solo por mujeres. En la pieza, las mujeres actúan hablando de la vida de claustro el convento, que simboliza una concreta muralla social masculina que encierra a las mujeres para que no hablen. La manipulación social con el cristianismo distorsionado ha manipulado lo divino en lo femenino durante siglos. Lo vemos en esta tragedia, «Sor Angélica», en la que se presenta a una madre soltera que es encerrada en el convento como castigo por haber concebido a su hijo fuera del matrimonio. Ella se suicida, al final, cuando recibe la noticia de su muerte, siete años después de haberlo visto por última vez.

 

Me acuerdo de las madres y las abuelas de la Plaza de Mayo. ¿Cuántas vivieron este terrorismo cruel y silencioso y sobrevivieron por amor a los hijos y nietos? ¿Cuántas continuaron luchando por un futuro social más justo?

 

Si continuamos con nuestra mirada centrada en nuestra individualidad, jamás transformaremos nuestra sociedad. Traer esta obra escandalosa a nuestra compañía no fue fácil, porque esta militancia aún se encuentra ante una pared que se erige ante la creencia de que las mujeres son menos válidas en muchos asuntos. Sin embargo, gracias a las compañeras y compañeros que, juntos, comprendieron la importancia de presentar esta ópera olvidada en la Latinoamérica, logramos definir el estreno para el 11 y 12 de marzo en el teatro San Pedro em Porto Alegre, Rio Grande do Sul. Es un trabajo absolutamente dirigido por mujeres: la dirección está a mi cargo; la preparación corporal la realiza Camila Bauer; Carlotta Albuquerque es la coreógrafa; Val Verba, la pianista; Karin Engel, la vestuarista; Liana Venturella se encarga de la producción; Luciana y Angela Diel e Isadora Aquino integran el conjunto de las cantantes, quince en total.

 

Para las cantantes, la profesión era como un hobby. Ahora estamos dando un paso chiquito, pero gigante para nosotras, todas las mujeres, con los contratos en sus manos antes de subir al escenario y con salarios dignificados. Todavía faltan muchas cosas para todas las artistas, pero sin entrar en acción, sin unirnos como clase trabajadora, nada cambia.

 

Es la hora de unirnos sin vergüenza, sin censura psicológica y sin creencias machistas. Agradezco a Roxana por haberme dado esta oportunidad de compartir nuestra militancia.

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¹ Es lírica soprano de gran trayectoria artística, ha desarrollado su carrera en Japón, Brasil, Argentina, y Uruguay, entre otros países. Está formada en pedagogía musical y canto lírico italiano. Ha participado de jurados de concursos internacionales de canto lírico y ha ganado reconocimientos como el Premio del Intercambio Cultural que entrega el Ministerio del Exterior de Japón.

Piensa para no desear

Texto por Mariana Lobo¹. Fotografía por Virginia Mesías

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Camina de un lado a otro, inquieta. No está a gusto. Algo falta. Prende un cigarrillo. Se sienta. Fuma. Piensa. Recuerda los brazos de su amante, sus gruesas manos amadas. Llora un poco. Apaga el cigarrillo. Piensa: ​

 

El deseo es, entre todo lo que puede llegar a ser, una fuerza más o menos intensamente centrípeta. Implica, por eso mismo, la generación de un adentro. Un adentro envolvente e integrador. Se intenta integrar aquello que se desea. Venusinamente, como las flores, con colores y aromas que provocan que lo deseado acuda a ese espacio donde podrá ser integrado a quien lo desea. O marcianamente, yendo hacia el objeto del deseo con determinación, con fuerza, atraer lo deseado hacia ese espacio del vacío generado por el desear.

 

Se pasa la mano por el pelo, piensa en comer una fruta. Entonces piensa en un membrillo, la fruta que los griegos ofrendaban a Afrodita. Amarilla, pulposa. Con cinco semillas oscuras en forma de estrella en el centro. Quiere escribir sobre su amante: «Vez uno: en un taburete alto, los ojos de él por primera vez. Tiene unos ojitos que dejan como un agujerito entre el párpado de arriba y el de abajo, y forman un gesto de cowboy, pero de las praderas del sur.»

 

Intenta concentrarse. Recuerda todas las veces que se enojó cuando, al hablar de deseo, las gentes escuchaban «deseo sexual», o, con suerte, «deseo por comer». Piensa en el deseo como fuerza motora.

 

Venus, malherida por el patriarcado. Llevada, traída, vapuleada y bastardeada. Poderosa Afrodita, temida por su poder de desacatar, de hacer desobedecer, de dar fuerza para salir de la norma, del deber ser, de la obligación, del molde.

 

Va a buscar una manzana. En el camino recuerda la risa de él, su forma de echar la cabeza hacia atrás para reírse con muchas ganas y con todo el cuerpo. Mientras come la manzana, mientras escucha el ruido de la reducción de la carne dura y jugosa entre las fauces, porque está jugosa y dulce y ácida, y siente el doloroso y placentero pinchazo del ácido detrás de la mandíbula, bajo las orejas, Y piensa:

 

Afrodita será negada y olvidada y ante la necesidad será tergiversada y confundida porque, si las gentes la oyen, se arman de energía, de valor y de poder. Es mejor confundirles para que no la entiendan y así comprarán y serán más dóciles. Porque el deseo puede ser —y es— manipulado. Porque para desear de forma sana es necesario conocerse a sí. ¿Cuántos de nuestros deseos son verdaderamente nuestros? ¿Cuántas veces en su vida había deseado algo que ni bien había logrado tener en sus manos se había revelado como anodino, insípido, carente de la capacidad de satisfacerla?

 

Se levanta. No puede con el desasosiego del cuerpo. Camina un poco más. Va a buscar almendras y come. Piensa:

 

Los patrones inconscientes que heredamos de nuestros ancestros, tal como heredamos el color de ojos o propensión a enfermedades, que operan de forma subyacente, me separan de la capacidad de conectar con un deseo legítimo, porque tal vez estoy yendo detrás de mandatos, sucedáneos de deseos genuinos que habitan nuestro interior y que desconocemos, y a veces se mimetizan con el deseo del otro para encontrar una forma de ese deseo heredado que, amorfo y gelatinoso, necesita pegarse a otro deseo que sí tenga estructura palpable para hacerse real.

 

El teléfono celular parece adquirir seducción de persona desde el sillón donde está tirado, como si pudiera llamarla para convencerla de que lo usara para escribirle un mensaje al deseado. Ella se desconoce en ese estado de electricidad y a la vez piensa:

 

Cuántas veces el deseo se nos queda trabado en una identificación. De equis grupo de pertenencia con el cual nos identificamos tan plenamente que, quedando pegados a tal identificación, cedemos la singularidad de nuestro deseo a cambio de la satisfacción de la necesidad de pertenecer y de darle una estructura a la idea que tenemos de nosotros, tan recostada en esa identificación.

 

Quiere sentarse. Quiere estar calmada. Recuerda la paz que le provocaba la descarga del deseo de verlo, que ocurría apenas veía su risa haciéndole señas desde el auto indicando que ahí estaba esperándola. Esa descarga era tan intensa que alguna vez le había fallado un poco una u otra rodilla, en una maravillosa sensación de flojedad provocada por el alivio. Tan distinta al cansancio que le provoca este vaivén, estos nervios, esta actividad mental extraña e improductiva.

 

También hay varios tipos de deseo. Alguno más superficial, que se agota en sí mismo, en la obtención del objeto deseado. Y que obliga a buscar el próximo, so pena de un vacío existencial yermo. Y algún otro, mucho más misterioso y profundo, casi como si estuviera más en contacto con el alma, cuya satisfacción provoca estados que se abren en círculos concéntricos hacia adentro, como pétalos de flor de loto, llevándonos más y más hacia lo profundo de quienes somos, y nos despliegan interiormente en un movimiento dialéctico hacia adentro y hacia afuera de forma tal que vamos revelándonos cada vez más nosotros mismos, cada vez más conocidos por nosotros mismos, cada vez más enteros y crecidos, alimentados por la satisfacción de ese deseo que se vuelve un faro para desarrollar nuestro potencial.

 

Y, mientras esto piensa, es tanto el cansancio que le cuesta mantener abiertos los ojos, y ya no quiere ni puede pensar. Solo siente su cuerpo agotado deseando el sueño. Deseo tan básico, tan básico y biológico, cuyo poder organizador abruma, estructura y, por un rato, salva.

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¹ Soy actriz, locutora, inquieta. Escribo y dibujo. Soy una persona enfocada en las dimensiones en la existencia (que son muchas más que las que consideramos); en la organización en ciclos dentro de ciclos del tiempo; en cómo las metáforas y la poesía inervan toda la existencia —hasta en lo más pequeño (y que, al leerla y vivirla en esos términos, la vida se vuelve muy bella no solo cuando va bien, sino aun en la adversidad)—; también averiguo acerca de las infinitas tecnologías para revelar nuestro poder personal y, por lo tanto, la capacidad de promover transformaciones en la propia vida y en el entorno. Esta soy hoy.

Bemoles

Texto por Lucía Mesa. Fotografía por Virginia Mesías

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Soy fiel creyente de que cuando realmente te apasiona lo que hacés, no hay dolor que te detenga. Creo que cuando la música llegue a ser para mí un peso, va a ser el momento de buscar otra cosa que hacer. Pero, como todo, tiene sus bemoles —como suelen decir, y va justo para la ocasión—.

Quizá lo que más nos juega en contra son los otros. Escuché más veces de las que me gustaría que el músico no trabaja porque disfruta lo que hace, como si el trabajo se midiera en función del sufrimiento. Son incontables también los «¡Ah! ¿Y además qué vas a estudiar?», cuando decimos que queremos dedicarnos a la música. Obvio, viene de quienes solo ven el coro, que «qué precioso suena», o a la piba que se sienta a tocar un Bach, un Schumann, que «¿viste qué divina?, ella toca desde chiquita». Está trillada la imagen del iceberg, pero es, a la vez, tan representativa.

De chica ansiaba cumplir los ocho para poder entrar a la escuela de música. Cuando tuve la oportunidad, empecé a estudiar y, más tarde, audicioné para el coro; después, una beca en danza; por un par de meses, también ópera. No imagino el tetris de horarios al que debían jugar mis padres para que yo llegara en hora a todo lo que se me ocurría hacer (porque, además, protestaba para llegar siempre temprano).

Tomarse con seriedad la música aún siendo niña implicó dejar ciertas cosas un poco de lado. A veces, cuando mis amigas se iban a jugar a la salida de la escuela, yo me iba a ensayar. Eran impensables también las piyamadas entre semana porque al otro día había escuela de música temprano. Ni que hablar de esa contradicción entre tener que descansar para rendir vocalmente, pero no dormir porque, en tiempos de conciertos, la noche es el único momento para encarar el estudio.

En la música, todo son procesos, y qué frustrantes pueden tornarse cuando acostumbramos tener todo al instante. Aún recuerdo la desesperación de cuando no dominaba la clave de fa, o cuando coordinar las obras a cuatro manos era una misión casi imposible. También en el canto, cuando llega la muda vocal y, de repente, tu propia voz te es ajena y las sensaciones que te servían ya no lo hacen. Porque, además, el canto es eso: un instrumento invisible; un conjunto de imágenes y sensaciones que, con ayuda o no, le toca crear a cada uno. Vivimos intentando luchar tercamente contra procesos que no admiten prisas.

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El estudio también es frustrante. No la idea de estudiar en sí, sino dónde hacerlo. Yo tuve suerte: en diez años de estudio, la mayoría no tuve que pagarlo; pero creo que en Uruguay aún se le da poco lugar a la música. En tiempos de recortes, es lo primero en temblar. En Montevideo solo había dos escuelas de música de primaria; en los otros departamentos, menos aún. ¿Cómo hace un niño que vive lejos de las dos escuelas para asistir si no hay un adulto responsable que pueda llevarlo? Y, aunque pueda hacerlo, ¿qué hace al egresar?

Terminé la escuela de música decidida a continuar con mis estudios. El único lugar gratuito —porque los pagos suelen no ser accesibles— exigía prueba de admisión y solo tenía dos cupos para piano. Quedé afuera y, conmigo, todos los que se habían presentado; todos menos dos. Yo encontré otras posibilidades, pero ¿qué pasa con los que esa era su única chance?

Más adelante pasa lo mismo: para estudiar música a nivel terciario hay que dar prueba de admisión. El que quiere estudiar medicina, comunicación, derecho, entra solo con el bachillerato correspondiente terminado, pero a nosotros nos piden una base de conocimientos que no son desarrollados en niveles anteriores. Entonces, el que no puede pagar clases para pasar la prueba, que busque otra cosa que hacer. ¿Qué tanto hablamos de inclusión, si ingresar a una carrera pública termina siendo un privilegio?

Creo que la frustración es parte del proceso, y es reflejo del compromiso con lo que hacemos. Es ahí donde se genera esa magia que solo sucede en el escenario, de escucharnos y pensar: «¡Mirá lo que logramos!», que ojalá todos pudieran experimentar.

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MuertaViva

Texto por Barbara Meireles. Fotografía por Virginia Mesías

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Pálida me mira, me habla y me invita. Entre lo bello y lo horrible hay solo un paso. Balbucea que este es el reino de los muertos, y sonríe. Le ofrezco mis vestidos, le digo que está viva… Y me cree.

 

A la hora de pensarnos, las ideas en relación a la belleza son aquellas que, en general, asociamos con sentimientos que perturban, más que con sentimientos de gozo. Porque el hecho de gustar y gustarse siempre ha estado en alianza con mandatos puros y duros y en función a la bajada de línea del momento. Seamos realistas, jamás el mundo pensó en hacernos las cosas fáciles.

 

Ser bella es una tarea de titanas, en donde nos toca el ayuno, el tiro bajo, la panza chata, las canas ni loca, y las curvas…. pero no tanto, porque curvilínea sí, pero muy curvilínea no, porque sexy sí, pero tanto no, porque flaca sí, pero muy flaca mejor, pero jamás vieja, pero vieja jamás.

 

En ese contexto, sublevada y craneando alternativas, surge MuertaViva. Recuerdo cavilar si era posible, generar un espacio de disfrute, en relación a nuestra cuerpa y nuestra propia versión de lo que es ser o no ser bella.

 

Nunca comulgué con esa lindura tan obvia, mejor dicho, esa hegemonía, siempre me pareció perturbadoramente tediosa y estaba segura de que ser rebelde, provocadora o premeditar la diferencia, son formas de la hermosura poco cotizadas y que, a mi criterio, debíamos defender del déspota señor Moda.

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Ese ideal que nos imponen es soso, tibio, frágil, aburrido, nos coloca en un lugar poco activo, donde solo estamos invitadas a contonearnos por una pasarela invisible, una pasarela de la sumisión, donde el uniforme es ley, y se acepta entregar el alma sin chistar, a cambio de una supuesta aceptación y pertenencia en masa.

 

Quizá por eso me obsesiona enunciar el ser como premisa a la hora de pensarnos, porque nos ubica en un lugar activo, de constante conflicto, donde muchas veces lucha como me veo y quien realmente soy, lo aprendido y lo que construyo, y como edificar mis fortalezas, aún con cimientos de aparentes debilidades. Desde la estética proponer expresarnos, no repetirnos sin cuestionar y que convertirnos en nuestras propias aliadas no parezca imposible.

 

Sin dudarlo surge: VestiteComoSos y así, poner en palabras lo fácil que puede ser, si me conozco. Mirarnos, y toparnos con nuestra belleza, esa que surge espontáneamente o mejor, la que nos ocupamos de construir. Verla, sentirla, mostrarla y que arda lo que tenga que arder. Y así, sin más, avanzar.

 

Desde allá hasta acá, he visto pasar por mis probadores todas las tallas, todas las edades y formas de percibirse, he visto transformaciones que traspasan lo estético, hemos charlado y debatido entre vestido y vestido. Hemos pensado entre todas y he pensado mucho sola. Hemos celebrado y tomado conciencia. Desde allá hasta acá, corté abrigos y cosimos muchos dolores. Pero sobre todo, con algunas certezas y sin pausa, damos batalla. MuertaViva es nuestra trinchera.

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Il club dei ribelli

Testo di Sebastián Rivero

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Foto di: Virginia Messia

Sono le tre del pomeriggio e in un edificio nel centro di Montevideo, El Club de los Rebeldes, laboratorio di scrittura creativa per anziani, si riunisce per affilare le penne. Personaggi in sacchi e labbra dipinte di rosso si siedono, tirano fuori i loro taccuini e iniziano a scrivere. Lo slogan è semplice, decifra l'enigma letterario che il caso ha consegnato loro sul tavolo. Ogni ribelle cerca la rima, confonde le parole, cancella, si agita, si immerge nella sua storia personale per scoprire un pezzo della grande storia collettiva dell'Uruguay. La bellezza nasce.

 

Il Club è uno spazio di libertà, di versi confutati, ribelle, di recente nascita. Un luogo dove tutto quello che devi fare è immaginare. C'è chi scrive per la prima volta in settant'anni e c'è chi ha già pubblicato diversi libri; quelli che vengono a sprigionare idee e quelli che vengono perché la strada è la loro casa e d'inverno fa freddo. La spinta a scrivere pone tutti allo stesso punto di partenza: ascoltare lo stimolo creativo fornito dal docente per farlo crescere con il proprio stile. L'importanza di avere un progetto in questa fase della vita è un atto umano essenziale. Trovare la passione e il coraggio di condividere le proprie esperienze e fantasie, permettendo a se stessi di giocare a fare l'attentatore suicida, l'assassino, il giovane che si innamora, la donna che gira il mondo, il bambino che pilota l'aereo, le donne e uomini che abbracciano la vita.

 

Il Rebels Club apre una volta alla settimana, è gratuito e può ospitare fino a venticinque persone. È, fondamentalmente, uno spazio di espressione attraverso la parola e contempla in primo luogo la lettura, la musicalità e l'espressione scritta. L'obiettivo principale è quello di fornire uno spazio di contenimento e aprire percorsi di esplorazione a nuovi modi di scrivere e leggere. Da questo luogo ci colleghiamo come lettori con i testi, i loro autori, gli autori e l'ambiente. La lettura e il gioco sono il supporto di questa esperienza che prende la parola come argilla fondamentale. Il pubblico sicuro ogni martedì è composto da persone dai sessanta ai novant'anni, che salgono al terzo piano per emozionarsi, per raccontare un tempo che non c'è più.

 

Nery, socio del Club, afferma: «È un luogo dove regnano rispetto, unità e comprensione. Tutti contribuiamo con qualcosa. Siamo tutti creatori e l'immaginazione ci rende creatori di storie e poesie. Mi sento libera e spontanea condividendo ciò che scrivo». Rosa dice che viene al laboratorio perché le piace molto la letteratura, il suo scopo è imparare a sviluppare ciò che sente ed esprimerlo per iscritto. Dante riflette sull'importanza di essere attivo a questa età; avere posti in cui confrontarsi, chattare ed esprimersi è di vitale importanza. Racconta Alicia: «Sono venuta in officina per raccomandazione e sono rimasta per scelta. Lo spazio mi dà quello che cercavo e di cui avevo bisogno: uscire con persone della mia età in un ambiente divertente”.

 

Myriam la vede come “un'esperienza di guarigione in cui riversiamo le nostre esperienze e storie personali. Un incontro dove regnano tolleranza e gioia. Ridiamo molto, perché abbiamo anche senso dell'umorismo e voglia di vivere pienamente. Alfredo, nel suo libro The Delights of Healing, dice: “Che peccato! Non avevo il foglio in mano e il verso fatalmente incoraggiante volò invano. L'armonia azzurra era rimasta come un presagio mutilato, senza il canto né l'adagio di quel figlio che tremava. Recupero a malapena il ricordo della sua essenza mutilata quasi alla fine della mia storia quando non sono più niente».

 

Stare insieme è un atto di ribellione per toccare la parola e perché la lingua non diventi insensibile. La sfida in laboratorio è saper costruire ponti, è assumersi il rischio che la scrittura implica, tutte le volte che ci sono alti e bassi che scuotono la presunta tranquillità. È quasi ora di pregare, il sole si nasconde attraverso il lucernario ei personaggi scendono le scale. La prossima settimana avremo motivi per stare insieme e ringraziare il santo del santino.

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Foto di: Virginia Messia

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sognare con i cardi

Testo di Florencia Martínez Aysa

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Foto di: Virginia Messia

La mia esperienza di giovane donna e artista nel mezzo è come un gioco di trucchi. Devi giocare, ci vuole tempo, è un gioco strategico. Tutte le partite sono diverse, dipende dalle carte che hai in mano e dal campione. Fai attenzione all'ordine in cui suoni e fai attenzione alla vivacità creola, perché le bugie sono valide.

 

Dicono che quando inizi è quando raccogli di più. Davvero non lo so, da quello che ho visto, l'esperienza è fondamentale, ma se la fortuna è dalla tua parte e qualcuno ti spiega come intercalare le carte, puoi capovolgere il gioco. Ho dovuto perdere con l'ultimo gol mancante e vincere stando male. Si brancola a poco a poco, al primo giro sono tanti brutti e quando entri vanno bene. Puoi giocare corpo a corpo e anche in gruppo.

 

È un gioco artificiale e creativo di terminologia popolare dall'inizio alla fine, in cui calcoli, memoria, lega, segni strategici e umorismo si fondono. Ho imparato quando ero molto giovane a cantare fiori, invidia e persino gridare "retruco!" con poco o niente. Se un gioco si complica, modifichi il tuo corpo e la tua voce. Mi piace la parte in cui la fai sembrare una cosa, ma è un'altra. E ancora non capisco perché il fante e il cavallo valgono 27, ma se sono sul tavolo il cavallo uccide. le cose ti accadono

 

Una volta ho avuto modo di giocare quasi tutti i round di un campionato, fino alla finale. Mi hanno detto che ero lì per fortuna della chambona e non mi hanno fatto giocare l'ultima partita. La realtà è che l'ho visto da fuori perché ero una donna, ho perso quella mano. Avevo 14 anni, sono diventato come un coglione. Ma non ho detto che il gioco fosse finito, ci sto ancora giocando.

 

Oggi essere donna è per me un orgoglio, perché implica la lotta contro ruoli di genere corsetti, imposti da una prospettiva autoritaria, senza libertà né sfumature. Essere una donna è poter dire chi sono veramente oggi, e sono come un cardo, sopravvissuto, spinoso, selvaggio. Inizialmente non in sintonia con lo stereotipo dominante, mi sono abituato a riflettere: “Sono una donna? Perché donna? Cosa significa per me essere una donna? Perché mi sento una donna spinosa?

 

Il lavoro occupa, in qualche modo, il posto delle risposte. Fisicamente: "Perché il mio corpo?" Al che rispondo: "Perché no?" È inevitabile, in qualche modo. Ho 27 anni e consapevolmente percorro questa strada come donna e artista da circa sette o otto anni.

 

Fino all'età di 18 anni ho vissuto in Florida, lì ho frequentato laboratori di disegno fin da piccola e ho tenuto la mia prima mostra collettiva a 16 anni, alla Casa de la Cultura. A 17 anni ho partecipato alla Biennale dei Giovani Creatori della Fondazione Atchugarry e l'ultimo giorno è stata inaugurata in parallelo la mostra “Sola” di Linda Kohen. È stata la prima mostra di un'artista donna che ho visto, ci ho passato ore a ripercorrere e sono tornata con tante domande e una sola certezza: volevo fare l'artista. Poi ho avuto l'opportunità di venire a Montevideo per studiare. Dovevo prepararmi, ho capito che non sarebbe stata una partita facile.

 

Lungo la strada ho cominciato a sognare dei cardi, verdissimi, pieni di spine, quelli che appassiscono ma diventano più forti e, già rigidissimi, si staccano, cadono e seminano. Nascono con più forza, si moltiplicano, in un luogo e nell'altro, perché si muovono, si muovono. Espandi i tuoi orizzonti! Si accendono! Sono tutti diversi, molto particolari. Essere una donna è essere forte, coraggiosa e creativa. Forte e resistente come un cardo, con molte punte acuminate, difficile da digerire.

 

La mia prima ispirazione è stata mia madre, che è anche una donna caltrop, poiché a modo suo ha trovato il modo di essere fedele a se stessa. Mi ha preparato, attaccato alla mia essenza, ha fatto emergere le mie prime spine e mi ha aiutato a capire che per sopravvivere dovevo sviluppare strategie adattive. Sono pieno di cardi, cicatrici e ricordi oltre il recinto di ciò che ci si aspetta da una ragazza e da una donna, e li ho mappati, come la traccia di chi segue il suo percorso.

 

Intendo fare appello all'uso strumentale dell'arte, attraverso vari linguaggi, come strumento per elaborare il nostro presente sinistro, rendere visibile e riflettere su dimensioni della nostra esperienza vitale che, per la loro soggettività e immaterialità, prive di questo strumento di rappresentazione e simbolico astrazione, non potremmo discutere.

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Foto di: Virginia Messia

Produco immagini intorno a domande che attraversano la mia esistenza, e hanno come filo conduttore il corpo femminile e la sua interazione con il mezzo, l'ambiente e il territorio.

Mi costruisco tutto il tempo, perché sono dove sono, cosa voglio? Desidero molte cose molto potenti e l'esperienza estetica è ciò che mi permette, emotivamente, più o meno, di attraversare quella ricerca simbolica.

 

"Chi sono?" Mi chiedo, "qual è il mio trauma?", "perché sono ossessionato dai caltrops?" Sono la mia memoria nel territorio, e non solo la mia. D'altronde sto lavorando concettualmente con loro, trovando in questa congiunzione una libertà espressiva che non avevo raggiunto in anni di lavoro con le tecniche tradizionali.

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Foto di: Virginia Messia

Il caltrop è, per me, un simbolo botanico, la massima rappresentazione dell'insubordinazione e dell'insubordinazione, poiché ci sono alcuni meccanismi e comportamenti di questa pianta che sono davvero efficaci per la diffusione delle strategie di sopravvivenza e adattamento. Li approprio nelle intersezioni formali e simboliche che sono presenti nel mio lavoro visivo.

 

Nella mia infanzia, sapevo giocare con loro e usarli come armi potenti. Come artista, l'uso di immaginari visivi presenti nel paesaggio mi aiuta a problematizzare i miei processi di guarigione e di crescita condividendoli. Ogni narrazione è una spina, e insieme costituiscono il territorio, e il mio corpo.

 

Il caltrop come icona che rappresenta il processo di adattamento all'ambiente ostile, preservandone le caratteristiche vitali: ecco il trucco. Adattamenti per rimanere fedeli alla propria natura.

 

Da donna, artista e insegnante, torno ad essere donna mille volte, ma mi appiglio sempre. Una donna senza paura. Questa è la chiave, per me, della libertà di creazione. Mi dedico ad inventare il mio destino, e siccome questa non è la fine della storia, mi interrogo quanto necessario, perché, in un certo senso, lo modello e lo trascrivo. Ho diversi orizzonti; mentre cammino, ne sorgono di nuovi.

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Firenze Martinez Aysa

27 anni, nata nel dipartimento della Florida, 1994. Attualmente vive e lavora a Montevideo, Uruguay.

Artista visivo e insegnante. Lavora nell'istruzione secondaria e nella sua officina, Montevideo. È facilitatrice del workshop presso il MAVEA Museum of Visual Arts Florida. Dal 2012 espone individualmente e collettivamente. Attualmente conduce art clinics con Cecilia Vignolo e frequenta lo studio d'arte contemporanea diretto da Gustavo Tabares.

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mettere in corpo

Testo di Juan Sebastián Peralta. Fotografia di Virginia Messia

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          Por qué somos quienes somos ? Da quale fenomeno, elemento o concetto ci costituiamo nel soggetto che siamo, che crediamo di essere? Io sono le mie azioni è qualcosa che risuona in tutta la storia della filosofia e anche del teatro. Sono nella misura in cui agisco, ed è questo lavoro che mi configura  come soggetto che sono.

          _cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_   Possiamo essere d'accordo con Shakespeare e sentire che siamo solo un'ombra passeggera, un povero attore che si pavoneggia e si pavoneggia durante la sua ora sul palcoscenico, e poi se ne va. . Dal momento che la vita non è che una storia raccontata da un idiota, piena di suoni e furia, che non significa nulla. Ma anche quel racconto senza senso si configura attraverso azioni e performance concrete. Azioni e performance che hanno così tanto significato per il loro protagonista da portare persino all'angoscia, alla depressione e al suicidio.

          _cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_  La configurazione del soggetto come entità di significato si realizza attraverso la sua incorporazione nel campo semantico attraverso l'azione. L'azione è un mettere nel corpo di idee, quindi è fondamentale che il soggetto distingua se le idee che sta mettendo nel suo corpo sono le sue o altre.

         «Una mujer no es un uomo”, “la donna è madre; maschio, padre”, “hanno organi diversi”, “oh maestro, chiedi cose strane”, “la donna è donna”, queste erano alcune delle risposte di un gruppo di artisti del quinto anno, alle domande: cos'è una donna ? Cos'è un maschio? Un altro studente consegnò un disegno, in cui apparve una figura stilizzata —fosforite— con seni; In un altro disegno , un fiammifero incinta.

          ¿Qué hace que un maschio è maschio? E che una donna è? La nostra cultura distribuisce e assegna determinati marcatori di genere da cui si configura il campo semantico del femminile e del maschile. Barba, baffi, pantaloni, al contrario di trucco, gonna e tacchi. E l'elenco continua, non solo con oggetti e attributi, ma con le possibilità di azione previste. Mascolinità e femminilità sono una costruzione sociale, geografica e storicamente situata. Costruzione che si riproduce come una performance che ha cancellato i propri limiti e che riconosciamo come l'ovvio, il naturale, il dato. 5cde-3194-bb3b-136bad5cf58d_

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          _cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_ L'esistenza di drag queen e drag king porta in scena questa condizione performativa dell'identità. L'identità è una narrazione che può essere riprodotta, introiettata e sostenuta in se stessa, senza relazione con un sostrato essenziale; una pagina bianca che ciascuno scarabocchi, una scrittura di sé che si impone come un presente e che, molte volte, allontanandosi dall'angoscia causata dalla sua creazione, si stabilisce come una storia unica. Ma non sono altro che, nelle parole di Amleto, parole, parole, parole. Che oggi possono essere alcuni e domani, forse, altri.

          _cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_Ma come appare in classe una cosa del genere? Attraverso quali strategie possiamo pensare al ruolo del corpo, dell'azione, della configurazione delle identità all'interno del processo educativo? Come può apparire la critica alle narrazioni dominanti nel lavoro pedagogico-didattico?

          _cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_  Nei miei corsi artistici del sesto anno, lavoro —generalmente nel secondo semestre— Romeo e Giulietta. Gli studenti che hanno già svolto un anno e mezzo di formazione nell'ambito dell'orientamento hanno strumenti sufficienti per scegliere le scene dello spettacolo e proporne la messa in scena. Che sia nella scena del balcone, della camera da letto o della tomba, domande del tipo: "Romeo deve essere un ragazzo?" chiede uno studente. "Posso interpretare Juliet?" chiede un uomo, "possiamo fare la scena?" e sono due studentesse, e molte altre così. Questo ci permette di lavorare da una ricezione critica dei ruoli e di pensare collettivamente, perché facciamo quello che facciamo? È necessario che Romeo sia un uomo e Giulietta una donna? 

          Desde el trabajo en el aula, possiamo eseguire processi di configurazione per nuove immagini. Anche dalle arti performative dobbiamo chiederci quali tipi di corpi riproduciamo con le nostre pratiche. Quante Giuliette in sedia a rotelle hai visto? Quanti Romeo sordi? Perché la tata deve essere sempre vecchia e grassa? Perché Giulietta non può essere grassa? L'idea di bellezza legata a un certo tipo di corpo incrocia pratiche sceniche e può configurarsi come un carcere dalle conseguenze disastrose. Molti dei nostri studenti soffrono di disturbi alimentari, ad esempio disturbi dell'immagine di sé.In che misura i processi di apprendimento che coordiniamo possono contribuire ai processi di salute di queste persone? O solo le persone magre possono ballare? O essere sul palco è sinonimo di avere un tipo di corpo accettato come possibile? Le nostre pratiche nascono dalle nostre idee, le nostre idee possono cambiare le nostre pratiche. 

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Juan Sebastian Peralta

Professore di filosofia (Ipa), attore (Emad), Master in Scienze umane (Udelar). Sviluppa il suo lavoro artistico in una gamma che comprende teatro, performance e audiovisivo. Insegna filosofia, teatro, espressione corporea, regia e scrittura creativa. Maggiori informazioni: juanseperalta.com

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Genealogia di un percepire

Testo di Fabricio Guaragna Silva. Fotografia di Mariela Benitez

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La prima volta che guardiamo un film, il nostro stato oscilla da ansioso e nervoso a eccitato e impegnato, siamo invasi, a volte, da ansia per il futuro che non conosciamo, come nella vita stessa quando la viviamo nel nostro quotidiano vite. Ricapitolare il mio lavoro artistico è come rivedere lo stesso film, solo uno può selezionare quali parti guardare e quali lasciar andare, posso concentrarmi sulle scene memorabili, lasciando passare i "tempi morti", le connessioni irrilevanti. Ma questo è uno dei possibili approcci alla biografia artistica, uno dei tanti modi di osservare, sapendo che c'è sempre un luogo che non torna alla memoria della mente. Invece il corpo e la sua memoria cantano in altre chiavi, percepiscono eventi da altre letture. Il corpo è un territorio dell'adesso e ha la sua densità per divenire, si insinua, trasforma, provoca, invade ed empatizza. Un campo d'azione che genera segni, codifica simboli e immagini, propone. È da questo luogo amorfo che la performance come non disciplina mi aiuta a connettermi con le linee concettuali del mio lavoro artistico, oltre a consentire progetti che si rafforzano nel legame con l'altro. Come il corpo, la performance è una rete di modalità espressive che gioca con l'adesso, costruendo eventi unici, attraversando la quotidianità con metafore. Per questo il corpo e la performance sono campi di memoria, unici e molteplici, canali di comunicazione che utilizzano i propri linguaggi. È in quest'ordine che colloco il mio approccio primario a questo fare, indagando quell'altro linguaggio, quella possibilità di trascendere attraverso la mia stessa trasformazione.

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Perché il mio corpo non è un'utopia

Il mio lavoro si sviluppa in più linee che si intrecciano come una matassa, impigliandosi nella poetica performativa del corpo istituzionalizzato e nelle possibili derive degli inferi nella cultura delle drag queen di Montevideo. Questa matassa cresce man mano che il mio corpo assimila nuovi territori, un problema che continuerà fino alla mia morte. Il tour inizia indagando l'identità come costrutto soggettivo e politico. Uso il mio corpo attraversato da varie dissidenza, e mi interrogo sull'estetica del pregiudizio. Il primo lavoro performativo che ho realizzato su larga scala è stato MUTANTE (2014), dove ho reso pubblica la trasformazione del mio corpo “maschile” in un corpo “femminile”. Ho vissuto un processo lungo e complesso, che è culminato nell'estrazione del mio sangue per metterlo al microscopio e poter "osservare" l'esistenza di trasformazioni "interne". Atto simbolico sul significato dell'umano , mettendo in discussione i limiti del conosciuto e dell'ignoto. Qualche tempo dopo, ho realizzato la performance NÓMADE (2015) dove intervengo in strada, trovando un nuovo territorio che amplifica le possibilità del corpo politico-sociale. Questa esperienza è stata un cardine per lo sviluppo del mio lavoro, poiché il pubblico e il privato implicano un grande tema nelle mie proposte concettuali. Nel settembre dello stesso anno realizzo la performance “La trava conchificadora”, dove indago la premessa del corpo: la costruzione del genere è un atto violento . In questo lavoro, le linee di lavoro che stava indagando si combinano, generando nello spettatore una consapevolezza sul corpo attraversato da pregiudizi, violenza, mascolinità decostruita e dolore.

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Nel 2018 mi è stato diagnosticato l'HIV positivo, il che crea un altro livello di dissenso e pregiudizio sul mio corpo. Un nuovo corpo malato si costruisce sopra il corpo abietto, continua a diventare una possibilità per più domande. Da questo evento traccio la mia prima mostra personale nella Collezione Engelman-Ost DRAG (2019), dove concepisco un'autobiografia dalla situazione corporea che abito, rompendo con il tempo e la sua linearità.

Da allora, i cambiamenti e le assimilazioni fanno parte del percorso artistico che mi costruisce e mi permette di pensare al corpo come a un'entità clandestina. Il corpo è atomizzato da strati, strutture, norme, pregiudizi che non gli permettono di coesistere nella sua pienezza e lo tengono in cattività, abita un luogo attraversato da strutture che lo trascendono e lo legano a una distopia. Un corpo libero implica un'utopia, uno stato simbolico che lo lascia slegato dai suoi preconcetti, lasciando la sua verità presente nell'adesso. Forse le prestazioni sono un canale verso quella libertà. 

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L'età della violenza

Testo di Diana Mines

Bisogna fare qualcosa di sbagliato, o non farlo, perché continuino a perpetrare femminicidi e gravi aggressioni di genere nonostante si siano conquistati spazi di lavoro e posizioni decisionali.

Ci siamo concentrati sulla riconquista del potere che ci è stato tolto e ci siamo dimenticati di recuperare la coscienza dello sfogo. Perché in tutti i casi: cosa ha portato ogni donna aggredita ad accettare una relazione che mostrasse sicuramente fin dall'inizio straripamenti di controllo e possessione camuffati da passione e protezionismo? È in questo progressivo connubio di abusi e concessioni che nasce la spirale della violenza in molti rapporti, non solo di coppia ma anche lavorativi. 

 

È ancora in vigore una cultura che educa donne e uomini ad esercitare i ruoli femminili e maschili -non sempre coincidenti- naturalizzando il controllo e il possesso. Non sorprende che così tante campagne di denuncia degli abusi falliscano. 

 

Noi fotografi uruguaiani abbiamo saputo dimostrare una capacità di mobilitazione che, attraverso quattro mostre collettive¹, ha definitivamente corretto l'ingiusta invisibilità delle donne nel campo creativo della nostra professione. Quella che iniziò a rispondere a un bisogno vendicativo, divenne una piacevole esperienza di sguardi e motivazioni condivise, al punto che gruppi più piccoli continuarono a riunirsi attorno a coincidenze più specifiche. Tuttavia, quando le marce dell'8 marzo hanno ripreso vigore a Montevideo, con donne stufe della violenza di genere che non si ferma né riceve risposte adeguate dal sistema, alcuni fotografi hanno registrato il loro sviluppo, senza unirsi a noi come collettivo organizzato. È giusto evidenziare l'eccezione del gruppo En Blanca y Negra², che in due interventi urbani ha segnato la disuguaglianza di genere che ancora persiste in campo politico e sindacale. Ma tutti dobbiamo a noi stessi un'analisi profonda di quella violenza che ci impegna come donne in un risveglio storico. 

 

La ragazza, la pinta e il Santa Maria

 

Nel viaggio della mia stessa fotografia, mi chiedo quali immagini abbiano guidato la mia impotenza in situazioni di sopraffazione, o forse hanno cercato risposte e soluzioni. Perché non importa quanto sia impeccabile il nostro ragionamento femminista, è capitato a tutte noi di rimanere mute o paralizzate di fronte a situazioni minacciose di qualsiasi tipo.

 

Le ragazze hanno scarso potere decisionale sui gusti e sui comportamenti che emergono nella loro personalità. Sono lasciati alla discrezione delle loro madri, che hanno già espresso il proprio grado di attaccamento agli schemi attuali. Le teste sono depositarie di segni identitari e le ragazze hanno i capelli lunghi e le orecchie forate (atto irreversibile, che possono solo scegliere di continuare a decorare, oppure no). 

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Diana Mines compie 5 anni il 22 novembre 1953

Quando stavo per compiere 5 anni, chiesi in regalo che tagliassero le trecce che mia madre intrecciava dopo il doloroso districamento quotidiano. In prossimità dei 40 anni altre violenze -altra disobbedienza al destino femminile- sfociarono in uno strano rituale, un vano tentativo di tornare all'età in cui il pasticcio più grande erano solo i miei capelli... La telecamera, grande alleata, resa visibile -risolse , quasi - tanta angoscia. Una treccia e una testa mozzata. Il secondo può essere ricostruito. Il primo no, ma sarà la colonna che supporta.

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Diana Mines, Autoritratto con la treccia di una ragazza, 1988

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Diana Mines - Radiografia della colonna vertebrale (profilo), INOT, febbraio 2016

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¹ - Campo Minado (1988), A Ojos Vistas (1995), Cómplices (1997) e Crescent Room (2001). Da 11 fotografi iniziali, ne sono stati raggiunti 40, occupando 3 sale espositive: IMM Atrium, Buquebús Foundation e Notary Gallery.

 

² - Il collettivo creato nel 2015 e composto da Sandra Araújo, Adriana Cabrera, Ana Casamayou, Lilián Castro ed Estela Peri, ha realizzato l'intervento urbano Hijas de Vidriero in Plaza 1° de Mayo in occasione della Giornata dei Lavoratori nel 2016, e Women's cosa in Plaza Independencia, 2018.

Oggi, a 72 anni, è la telecamera a rimanere paralizzata quando tutto il corpo, nudo, esprime la violenza accumulata. Ora sono i dispositivi gestiti da altri a rendere visibili. Il sistema ha altre domande da identificare: quanti anni hai, nonna? che compiti svolge? Sai che giorno è? Ancora una volta, tutto con amore, per il nostro bene. 

 

Con una macchina fotografica o con le parole, dovremo continuare a rivendicare.

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Diana Mines, installazione La Saga, dicembre 2013, foto José Pilone

Miniere di Diana

È nata ad Asunción, Paraguay, nel 1948 e vive in Uruguay dal 1951. Ha lavorato come fotografa di teatro e di laboratorio, ha scritto recensioni di mostre su vari media, è stata membro di giurie, curato e partecipato a numerosi eventi. Ha insegnato per quattro decenni ed ha esposto le sue fotografie, sia individualmente che collettivamente. Ha fatto parte del team del programma “f/22 – Photography in depth” –prodotto dal Centro Municipale di Fotografia e Tevé Ciudad- e ha ricevuto il Premio Figari per la sua carriera artistica nel 2010. Molte sue opere fanno parte di la Collezione Engelman-Ost. Attualmente coordina il Looks Workshop.

incontrali

Testo di Gustavo Fernandez Cabrera

“Meeting them” nasce dalle mani, dal cuore disinteressato e dal grande lavoro di quasi duecento artisti.

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Foto: Mariela Benitez

Due amici si riuniscono per dipingere, come sempre. Sono uniti dall'arte, dalla passione per la pittura da cavalletto e il murales, un'attività che li ha uniti innumerevoli volte, qui e in altre terre. 

Forse quell'esperienza è stata ciò che ha lasciato Federico Veiga (37) e il suo collega Damián Ibarguren (50) con l'intenzione di dipingere il volto di tutti gli scomparsi su una grande tela.  

Ma da quel momento decidono di condividere l'idea con altri creatori, dando vita al progetto "Incontro con loro". 

Da un anno ormai sono immersi nel gigantesco compito di invitare diversi protagonisti dell'arte, generare un record, ricevere e documentare le opere, pubblicare giorno per giorno il processo sulle reti e progettare una grande mostra itinerante nel nostro Paese. A tal fine, hanno presentato l'idea a diversi attori politici, ottenendo recentemente dal Ministero dell'Istruzione e della Cultura di dichiarare il progetto "Incontro con loro" di interesse ministeriale.

A sua volta si sta realizzando un documentario sull'intero processo e sui suoi protagonisti attraverso le lenti di “Pata” Eizmendi e Pablo Sobrino. 

Il piano era: un artista, una persona scomparsa, per la quale ogni creatore avesse le informazioni necessarie per mettersi al lavoro, e potesse anche entrare in contatto con i parenti delle vittime se lo ritenesse necessario.

Un anno dopo, “Meeting with them” ha riunito 197 artisti le cui 197 opere raccontano, gridano o sussurrano la storia di ciascuno di quegli uomini e donne uruguaiani vittime della dittatura civico-militare.

Arrivavano così opere di linguaggi e tecniche estremamente variegate, sempre in un formato standard di 100 x 80 cm: dipinti, disegni, collage, incisioni, tecniche miste e non tradizionali, all'insegna dello slogan "celebrare la vita".

L'argomento era già stato affrontato dalle arti plastiche alla Scuola Nazionale di Belle Arti e nella nota campagna fotografica "Immagini del silenzio", dove personaggi culturali, sociali e sportivi sono stati ritratti con l'immagine di ogni persona scomparsa.

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Gustavo è un artista plastico, insegnante e comunicatore.

Foto: Mariela Benitez

Dal mio posto di artista e di uruguaiano impegnato nella nostra realtà e nel recente passato, è stata un'esperienza commovente.

Invitato quasi all'inizio del progetto, fui assegnato a Washington Fernando Hernández Hobbas, detenuto e scomparso a Buenos Aires il 5 luglio 1977 a soli 15 anni, con due dei suoi fratelli e sua madre che subirono la stessa sorte._cc781905- 5cde-3194- bb3b-136bad5cf58d_

All'inizio l'idea di immaginarlo trattenuto, torturato e scomparso, magari sui voli della morte, mi era difficile. Sapeva di essere stato usato come “esca” per arrestare altre persone. Tutto ciò ha creato in me un'angoscia che ha superato la mia volontà e capacità creativa, al punto da dubitare di essere qualificato per fare un ritratto con una tale carica emotiva. 

Mi è venuto in mente quella mattina che dopo aver indossato l'uniforme del liceo, mia nonna mi ha detto che le lezioni erano sospese perché c'era stato un colpo di stato, aveva quindici anni, la stessa età di Washington quando sono scomparse.   

Ho passato mesi a girovagare, finché un giorno molto determinato sono andato al laboratorio per ritrarre “il mio amico Washington”, come lo chiamavo.

Sono arrivato, ho abbozzato l'immagine e ho iniziato a dipingere, tutto in blu, come in un sogno. 

Durante il processo, quell'angoscia si è trasformata in gioia, il suo taglio di capelli e la sua maglietta mi hanno fatto ricordare i miei tempi di balli e le prime fidanzate, le lampade colorate che attraversavano un patio a Las Acacias, la musica e quei speranzosi "anni Settanta"._cc781905 -5cde- 3194-bb3b-136bad5cf58d_

Mentre dipingevo gli ho chiesto: dove sarai?  Vedi se dopo tutto questo ti fai vedere. Di cosa parleremo oggi? A cosa ti saresti dedicato, quale mestiere o professione? Ma la sua risposta rimase sommersa nel silenzio da quegli occhi grandi e malinconici, coronati dalla frangia e da quel debole sorriso sul viso quasi tondo, a metà tra un bambino e un adolescente. 

Dipingere il ritratto di una persona scomparsa è un'esperienza strana e lo è ancora di più a Washington, dal momento che la foto di lui è stata scattata dalla sorella Lourdes, scomparsa anche lei nelle stesse circostanze. 

 La "questione" degli scomparsi nelle mani della dittatura civico-militare in Uruguay è una piaga aperta, a questo punto potremmo dire che è un'ulcera che non finisce di rimarginarsi fino a quando tutto il vengono ritrovati i corpi, i loro resti o almeno notizie accurate sulla loro ubicazione.

Come società e in particolare per i parenti di queste vittime, è necessario voltare pagina e chiudere il libro, ma non dimenticando o perdonando i loro rapitori.

"Meeting them" nasce dalle mani, dal cuore disinteressato e dal grande lavoro di quasi duecento artisti che vogliono rendere omaggio attraverso la loro espressione a un gruppo di uruguaiani vittime del terrorismo di Stato, cercando di far luce su quel silenzio oscuro che dorme sotto terra o nelle acque del Rio de la Plata.

 

Mai più.

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Particolare dell'opera "Washington Hobbas", di Gustavo Fernández Cabrera

Foto: Mariela Benitez

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