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corps en transit

Notes sur la création

Ida y vuelta

Texto y fotografía por Virginia Mesías

Viajo a mi casa una vez al mes. Por la misma ruta, kilómetros de ida y kilómetros de vuelta: ya reconozco árboles y puentes, algunos caseríos bien situados en la distancia, las curvas pronunciadas, las ventanillas por las que cae el sol y aquellas por las que se ve la luna cuando nace (atentos aquellos que afirman que el mejor atardecer es en el mar o que la luna sale inmensa a veces en la ciudad); diría incluso que son las mismas vacas quietas que miro pasar y las mismas siluetas a caballo que saludan entusiastas, pero soy exagerada así que no lo menciono. Y de esta manera, atravesando, de punta a punta casi, la geografía semiondulada de mi territorio, luego de unos días, regreso a la otra casa que habito el resto del tiempo. No sabría decirles cuál es mi hogar; tampoco sé el peso de esa palabra, pero soy dramática así que no voy a entrar en reflexiones lingüístico-emocionales.

De todas formas, me pregunto: ¿será mi casa la que dejé hace treinta años atrás —donde aún me guardan un lugar— o la de este tiempo presente donde vivo y escribo?

Los místicos han considerado tradicionalmente el elemento femenino del universo como arca, casa o muro; también como jardín cerrado. […] Sin embargo, en la casa, por su carácter de vivienda, se produce espontáneamente una fuerte identificación entre casa y cuerpo y pensamientos humanos…¹

Diría, entonces, que la casa soy yo, aunque caería en un cliché y siempre los evito. Pero: ¿qué sensaciones vuelven un espacio (no siempre deliberado) un punto de apoyo y cuidado, de recogimiento y placer, es decir, un hogar? Porque el cuerpo, en algún momento, encuentra un lugar para quedarse y allí se genera esa identificación que vuelve una vivienda lo que llamamos hogar: «sitio donde se hace la lumbre en las cocinas, chimeneas, hornos de fundición, etcétera; casa o domicilio; familia, grupo de personas emparentadas que viven juntas; asilo», dice la Academia.² Particularmente me interesó la acepción tan poética e inquietante que aparece de hogar abierto: «hogar donde la combustión se produce en comunicación directa con el aire», así es que respiramos el ambiente de nuestra vida cotidiana y allí nos encendemos, o estallamos, quién sabe. Y así, pensando en el peligro que se esconde dentro de nuestro mundo privado, me desvío hacia el laberinto, casa-palacio del monstruo con cuernos, que impide la salida de su habitante y a la vez pierde a los intrépidos que entran a buscarlo.

Podría atravesar el aire en vuelo/ como una espora vegetal,/ como un ave —de sangre o de aceite—/ como una bala de cañón,/ saltar de un punto a otro del planeta/ y avistar desde lo alto/ el fondo de los acantilados/ y los arroyos/ sin mojarme los pies./ Pero no quiero;/ Yo nací para cruzar puentes./ Nací para dar un paso tras otro/ sobre un entarimado/ que se construye/ al tiempo que ando en una prolongación del suelo./ […] Y cada mañana me levanto,/ como un puente,/ para que me atraviese el día.³

Hay ceremonias que atraviesan los años y conforman los hábitos que nos integran como adultos. La casa donde nací la construyó un abuelo que emigró de Europa y no alcancé a conocer, la construyó él mismo antes de que nacieran mi madre, mi tía y el hermano menor, hay fotos de ese tiempo —las guardo desde que murió mi madre—. Es la misma casa donde crecí hasta que me mudé a esta ciudad desde la que viajo mes a mes, de ida y de vuelta. A veces me pregunto si, cuando quede huérfana completamente, será el tiempo de construir, como aquel abuelo, un lugar propio para habitar. Me pregunto qué peso tiene entonces la casa de la infancia realmente. ¿Cómo vivimos después de que la perdemos para siempre? ¿La venderé cuando sea mía (con el abuelo, y aquellas niñas que nacieron y se fueron ya viejas de allí)? ¿Qué implica seguir formando parte de ese hogar cuando aún hay cómodas y roperos con mi ropa y mis libros? A veces siento que la casa de la infancia es un laberinto propio: nos quedamos perdidos en los cuartos donde dormimos y en los pasillos en los que jugamos.

Imagino que la casa es también los otros, aquellos que la habitan y dejan los rastros que necesitamos para recordar; quizás por eso, cuando el barrio de la infancia cambia y los vecinos de antes ya no están (después del paso del tiempo sería dudoso que permanecieran), nos perdemos en la misma calle que recorrimos siempre: el extrañamiento, lo cotidiano que se vuelve amenazante por desconocido, lo familiar que nos devuelve una mirada ominosa. La misma mirada del rostro que vemos en el espejo luego de que regresamos del viaje y nos preguntamos cuál es el hogar. Espero que me sepan responder.

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¹ Cirlot, Juan-Eduardo. Diccionario de símbolos. Labor, 1994, p. 120.

² Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea] Recuperado de <https://dle.rae.es> [28/05/2023]. ³ Beverido, Maliyel. «Yo nací para cruzar puentes». Yo nací para cruzar puentes. La Ceiba Gráfica, 2020. Recuperado de <https://issuu.com/maliyelb/docs/jpg2pdf>.

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Julisa taxista

Texto y fotografía por Virginia Mesías

Era sábado y salía tarde a una reunión de la revista que quedaba lejos de casa. En ómnibus iba a llegar más tarde aún. Cuando paré el taxi vi que manejaba una mujer, me subí y le dije: «Me encanta: una mujer manejando un taxi. Y cuando son choferes de ómnibus, también». Por supuesto que conversamos todo el viaje y, entre otras coincidencias, se iba —ya se había terminado su turno— justo para el mismo barrio que yo. Era noviembre, pero ya sabía que en el número de mayo nos íbamos a ocupar del tema trabajo: claro que iba a ser Julisa García Fariña la protagonista de estos «Cuerpos en tránsito».

 

Unos días antes de volver a encontramos, le envié por Whatsapp cuatro preguntas, no más, para que tuviera una idea de la dirección de la nota, de lo que me interesaba que pudiera contar, aunque, claro, esperaba que ella fuera por su propio camino. Comencé preguntando por el inicio: cómo llegó a trabajar de taxista.

 

Cuando empecé fue por mi amiga Carmen, ella era propietaria de un taxi en ese momento. Recuerdo la circunstancia que estábamos viviendo, las dos mujeres, recién divorciadas. Mi amiga fue muy solidaria porque ella pagó la libreta para que yo empezara a trabajar y su empleado Miguel me enseñó. Al principio fue toda una experiencia, única, un mundo nuevo que yo desconocía por completo. Mi tarea de lunes a viernes en un escritorio no tenía nada que ver. Así arranco a trabajar en el taxi, llena de miedo a lo desconocido, adrenalina, por momentos, pero mucha responsabilidad y era todo un desafío en lo personal, cumplir con mi amiga y con Miguel que me ayudaban para que yo generara un ingreso más. Solo era los fines de semana.

Luego continué con lo necesario: la relación con sus compañeros, si conocía el porcentaje aproximado de mujeres que trabajan de choferes de taxi.

 

En la relación con los compañeros aprendí mucho de ellos y de mí misma. Puedo decir que subestiman a la mujer que puede hacer el mismo laburo que hacen ellos y diría que, en varios casos, hasta mejor, y eso molesta mucho. También encontré excelentes compañeros. Al principio es una novelería cuando ven una mujer como compañera, se sorprenden, critican, chusmean y, cuando te conocen, te aceptan o no. Por ejemplo, hoy en Montevideo habrá unos cuatro mil taxis y un 5 % es conducido por mujeres. Cuando tuve la suerte de trabajar con compañeras mujeres fue hablar en el mismo idioma, y si está la complicidad, la empatía, sentís que le pasa y piensa lo mismo, ya no te sentís como bicho raro. Lo que me queda claro, en lo personal, es algo muy gratificante: la aceptación que tiene la pasajera cuando ve que sos una mujer, como que les da más seguridad, que somos del mismo género, la buena onda que hay también en la gente joven. ¡Mujer al volante! Sin duda que son más las experiencias riquísimas que me llenan de aprendizaje, sabiduría y una pura realidad de cómo vive nuestra sociedad montevideana; escuchar, ver cuánta gente está muy sola, la necesidad de hablar. Una da un poco de buena onda y de música, y con pequeños gestos de cortesía, la gente queda contenta, ¡es increíble!

En particular, me interesó cómo se maneja al trabajar en la noche: ¿acepta todos los viajes o descarta algunos por peligrosos? ¿Cómo decide si lo son?: «Te guiás por tu instinto —me dice con respecto a la noche— y los malos momentos se borran cuando pesan más las buenas».

 

Para culminar el intercambio sobre el tema, quise saber cómo percibe ella la ciudad, el tráfico, los peatones, los espacios de circulación y qué tan inclusiva ve la ciudad con la mujer, por ejemplo:

 

Demasiados autos para una ciudad tan chica. En mi humilde opinión, en el tránsito se ve reflejada cómo está la sociedad, nos convertimos en seres cero tolerancia, apurados, agresivos, irrespetuosos con las reglas de tránsito; los nuevos conductores son audaces, inconscientes. En el tránsito hoy en día tenés que estar a la defensiva, adivinar y superatenta a qué va a hacer el otro conductor. Te cansa. ¡La gente está muy mal! Es una selva. Si tomáramos consciencia de que manejar es como tener un arma —podés matarte o matar—, nos cuidaríamos más. Los peatones también cruzan a veces sin mirar porque van en otra. Las mujeres somos las que menos accidentes tenemos, hablo de las que trabajamos en la calle, más allá que seamos un porcentaje bajo. La mujer tiene un instinto único: podemos estar en varias cosas a la vez, somos solidarias, prudentes, amables, sensibles y si estamos seguras de nosotras mismas, no nos asusta que nos toquen bocina, que nos puteen y que nos manden a lavar los platos. Cada vez hay más mujeres trabajadoras en ómnibus, ambulancias, taxis, repartos, etcétera. Las mujeres, cada día, vamos copando las calles.

La encantadora de abrazos

Carola Vázquez Gil Invernizzi y la búsqueda hacia el centro

Texto y fotografía por Virginia Mesías

CarolaHacedora (Salto, 1981) es su nombre en Instagram. Es docente en el Bachillerato y en la tecnicatura Audiovisual de la Escuela Técnica Superior de Paysandú, productora, gestora cultural y artista visual. Estudió Comunicación en la Universidad Católica del Uruguay; su trabajo abarca desde la narrativa fotográfica, conceptual y performática hasta la realización documental y audiovisual: realiza festivales de muralismo urbano (Feria Rodante en 2016 y Pintan las Pibas en 2019), el Primer Festival Cinematográfico de Paysandú (2019-2020), registra las marchas del 8 de Marzo en la misma ciudad (y participa, en 2019, de una exposición en Alemania sobre el tema), entre varias actividades más.

 

Carola se define como una storyteller, y esta destreza es, justamente, la que desplegó en su exposición a fines del año pasado (que se pudo visitar del 27 de diciembre de 2022 al 30 de enero de 2023) en la Casa de Cultura de Paysandú: «Abrazos cotidianos. Pluralidad disidente», uno de los ocho proyectos seleccionados en la categoría Artes Visuales de la edición 2020 del Fondo Regional para la Cultura (MEC). Carola cuenta historias con sus imágenes, lo que no es sencillo si se busca un lenguaje poético e íntimo. Más aún si su intuición la dirige hacia el centro y el desvío, hacia el interior de nuestro país, hacia la ruralidad y la disidencia.

 

La primera muestra de este trabajo tuvo lugar en Valle Edén (Tacuarembó) los días 29 y 30 de octubre del 2022; sobre ella, Carola expresa:

Me guía la desobediencia. Se viene la primera parada de este viaje que tanto estoy amando realizar. Los #abrazoscotidianos viajan por el norte del país visibilizando sentires, reconfigurando los afectos y mostrando las diversidades que nos habitan como territorio. […] les invito a conocer un grupo de feminidades que han decidido abrazar la ruralidad de manera diferente. Bajo la pregunta ¿qué abrazamos luego de la pandemia? ellas me han dejado entrar en su mundo de saberes y vivencias solo para darme cuenta que hay tantas formas de vivir como experiencias acumulamos y que un salto al vacío nos define para siempre.¹

La descripción de su proyecto en la página web de los Fondos para la Cultura (MEC) plantea:

El proyecto de narrativa fotográfica Abrazos Cotidianos consiste en la investigación documental de la diversidad de los lazos afectivos, teniendo como premisa que la distancia emocional no existe y proponiendo el estudio cultural de las emociones. En momento de pandemia mundial y necesario distanciamiento social este proyecto propone llevar del ámbito privado al público las diferentes esferas que componen los afectos como una forma de observación y reconfiguración de los mismos. La nueva observación de la afectividad en todas sus formas es el puntapié inicial de este proyecto, que tiene como objetivo poner en valor la diversidad de los afectos en las diferentes comunidades, etnias, estratos económicos y sociales que hacen al Uruguay.²

Desafío significativo es el de elegir como objeto de estudio cultural (que podrá devenir en investigación antropológica y social, pienso) nuestro universo emocional y sus vínculos a partir de ese tan recordado año 2020. Significativo es este trabajo documental, esta propuesta en imágenes, que busca visibilizar las múltiples posibilidades de relacionamiento para validarlas y ampliar así nuestras libertades al mirar y reconocer a los otros. A su vez, reflexionar desde una perspectiva artística sobre el sentir (deteniéndose, además, en la diversidad) extiende los límites de este proyecto, porque se continúa naturalmente en el proceso de recepción personal que iniciamos los espectadores frente a las fotografías de Carola. Para estos abrazos, la autora menciona la reconfiguración —término clave, quizás— de los afectos, la diversidad emocional y la ausencia de distancia, los conceptos quizás de mayor profundidad e interés. ¿Qué significa que la distancia emocional desaparece? ¿Qué peso tiene entonces el cuerpo físico en nuestras relaciones hoy, luego del aislamiento pandémico? ¿Es posible dar nueva forma a nuestros hábitos en la esfera sentimental?

 

Apenas unos meses atrás, participé en la presentación de una novela³ y comenté que las protagonistas de la ficción (se trataba de personajes femeninos, como las imágenes de Carola) oscilaban entre sus miedos y deseos. A partir de esa reflexión, se propuso a los presentes escribir en una tarjeta blanca sus miedos y en una tarjeta roja sus deseos: cuando leí encontré que muchos de los deseos eran acciones concretas que se podían alcanzar en cuestión de tiempo, de voluntad, de sacrificio quizás, de movimiento en el espacio, de salvar distancias, justamente; solo algunos decían algo inalcanzable por nosotros mismos. Entonces cuestioné mi idea sobre el deseo, y entendí que entre él y yo hay una tensión, un vacío que no puedo salvar, parecería que su cumplimiento gravita en algo que siempre está más allá, porque es una aspiración, un anhelo. Entonces: ¿qué concepto tenemos del deseo? ¿Qué tan conscientes somos de él? Por esto, el nombre de la exposición de Carola me envolvió, e intuí que podía ser una buena elección para mis cuerpos en tránsito. Y cuando estuve frente a esas imágenes, figuras de mi propia estatura, fotografías en tela que oscilaban, quizás, entre miedos y deseos, entre mujeres y abrazos, comprendí por qué «rodear», «contener», «incluir» son acepciones tan válidas para el acto de abrazar.⁴

 

Sé que Carola está movilizando sus abrazos para que lleguen a Montevideo, por eso aquí no se va a develar mucho más, solo que en la descripción de su trabajo ella menciona caminatas por el monte, límites inciertos, desobediencia y salto al vacío. Quizás por eso, quienes nos acercamos a su proyecto documental y poético, nos asomamos a una certeza: otra forma es posible. Está a nuestro alcance desandar, desmantelar el mandato sobre qué y cómo desear.

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¹Vázquez Gil, Carolina. [carolahacedora]. «Me guía la desobediencia…». Instagram, 20 de octubre de 2022. Recuperado de <www.instagram.com/p/Cj9SL8voorn/>.

² Fondos para la Cultura. 2020. Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Recuperado de: <fondos.culturaenlinea.uy/presentacion/proyectos-y-becas-seleccionadas/proy-y-becas-frc/proyectos-y-becas-seleccionados-frc-2020/>. [11 de febrero de 2023].

³Aquino, Andrea. Óbelo. Montevideo, 2022.

⁴Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea]. Recuperado de: <dle.rae.es/abrazar>. [11 de febrero de 2022].

Los límites del movimiento y el dolor

Texto y fotografía por Virginia Mesías

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Yo sé de qué sustancia tejeré mi propio cuerpo hoy

mi cuerpo verdadero es el que ahora mismo siento.

Gabo FERRO

 

Hay una exigencia en el ejercicio físico, le planteo a Ana Choca, profesora de Educación Física (ISEF y responsable de Haz Entrenamiento Funcional) que genera cansancio, agotamiento y también dolor, y no solo a nivel muscular, quizás también psicológico cuando se busca una meta (deportes, competencias, dietas) y no se logra, o no en forma inmediata. ¿Acaso nuestro cuerpo sufre cuando le exigimos más, o mal, por algún éxito o modelo social o cultural? Ana menciona primero una frase del budismo: «El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional», así me explica que se trata de una cuestión mental y que, para la psicología, el sufrimiento siempre es una sensación consciente, entonces, en este caso, uno puede elegir sufrir o no. «Lo cierto para mí —aunque me cuesta pensar el ejercicio físico como un sufrimiento— si lo tomamos, como se define, como una adaptación al medio, como cualquier sensación motivada por algo que obliga al sistema nervioso a adaptarse a algo nuevo y que le genera desgaste, desde la exigencia del cuerpo de salir del lugar donde está para mejorar, fortalecerse y llegar a otro punto de estado físico, sí existe el sufrimiento, pero siempre depende de cómo se viva la actividad física».

Como me interesa la intervención de las endorfinas en este tema y tengo entendido que el ejercicio las libera y ellas generan placer y alivian o bloquean el dolor, quiero saber si el cuerpo, valiéndose de sí mismo, puede desterrar el sufrimiento emocional y físico y alcanzar el bienestar, el equilibrio. Ana responde que las endorfinas junto con la dopamina son dos de las cuatro hormonas de la felicidad, se segregan durante la actividad física pasados los diez o quince minutos, cuando se entra en calor y el pulso cardíaco sube a una zona de consumo superaeróbico de oxígeno y así corren por la médula espinal y generan esa sensación de bienestar. Desde este punto de vista, toda adaptación fisiológica, anatómica y emocional de la actividad física puede evitar el sufrimiento pero depende de lo acertada que sea de acuerdo al momento en que cada uno se encuentre y que se desarrolle progresivamente, teniendo en cuenta adaptaciones naturales y biológicas, que se le dé tiempo a la mente y al cuerpo para acomodarse al estímulo. «Dolor hay —me confirma—, el dolor es algo buscado en la contracción muscular cuando queremos generar fuerza y siempre que logremos un rango mayor de movimiento, de contracción, exigimos al cuerpo, pero el sufrimiento depende de cómo se viva y que el estímulo sea adecuado. Un gran desafío como docentes de educación física es generar un hábito, que el ejercicio sea incorporado naturalmente a la rutina y que se realice con gusto: el movimiento es inherente al ser humano, es una condición natural, el primer indicio de vida es el movimiento del corazón, luego el cerebro tiene la función de regular la energía. Podríamos evitar el sufrimiento mediante la educación, que la práctica física vaya de la mano de la alimentación, con hábitos saludables desde temprana edad». A su vez, agrega que es una experiencia en relación a las vivencias personales anteriores porque el ejercicio físico remueve emociones, conecta con angustias o con estados inconscientes, por esto es una cuestión subjetiva a la que se suma el tema del castigo, el vínculo histórico que se ha establecido entre la actividad física y el castigo corporal. Pero el dolor siempre va a estar por más que se exija adecuadamente, es un parámetro de evaluación muscular; aunque es un dolor placentero que se realiza a nuestra medida y capacidades, porque no se busca un desgaste del sistema nervioso que lleve a una lesión o a un abandono de la actividad.

También le pregunto si acaso la renuncia a ciertos gustos o placeres generan tensión o control sobre uno mismo para mantener los cuidados necesarios y que contribuiría a un cierto malestar o incomodidad. Me explica que renunciar a gustos y someterse a dietas sí se puede volver una tensión o algo difícil de sostener, la idea sería no vivirlo como una renuncia, que tenemos que reeducarnos si estamos alejados de una vida saludable, darnos tiempo que nos permita a reaprender formas de alimentación y reacomodar el descanso. Comenta que incluso el término dieta está en desuso, lo más real es un plan de nutrición acorde a las necesidades, pero siempre en base a los placeres, diferenciados de los vicios, que sí son un problema.

Y al final, inevitablemente, ¿qué sucede con la edad, con el paso del tiempo sobre el cuerpo? ¿La forma más natural de manejar los cambios sería el ejercicio o también implica una pretensión de moverse contra la vida misma, cuyo resultado es el estrés? El cuerpo envejece, me dice Ana, pierde fuerza, tono muscular y gana grasa, esto contribuye a que la salud desmejore, se desmineralizan los huesos, comienzan a aparecer enfermedades que pueden evitarse naturalmente con una práctica acorde que evite el debilitamiento muscular, pero si pasa a ser una necesidad de evitar el paso del tiempo, ya no es posible. Sí se puede lograr, con una actividad sistemática y progresiva, no perder tanta fuerza, tanta masa muscular para llegar con un cuerpo ágil y activo y tener independencia como persona. Y aquí hay un tema aparte: el estrés es un impulso de vida, la activación que necesitamos para levantarnos, el problema aparece si se pasa de los límites y afecta porque desborda las capacidades. En el entrenamiento existe una patología llamada «vigorismo», es un trastorno psicológico conocido también como «complejo de Adonis», es la alteración de la imagen corporal, la persona ve distorsionada su imagen y necesita mejorarla, necesita desarrollar la masa muscular, así se vuelve adicta al ejercicio físico, y esto sí es un problema.

Y más acá del final, a modo de epílogo quizás, le pido a Ana su visión acerca de la práctica física; me manifiesta que, para ella, es que logremos los objetivos —la mejora de la salud, del rendimiento deportivo y la estética— al mismo tiempo que desarrollamos una instancia de aprendizaje, de conexión con el cuerpo: entender cómo funciona, el para qué de los movimientos que entrenamos, cómo hacerlos (que sería el aprendizaje técnico), que sea una instancia para reconocer el cuerpo en el movimiento, generar hábitos como parte de la vida y no como obligación. «Qué para quiénes», me dice, que sea realmente funcional, apropiada para la persona teniendo en cuenta lo subjetivo, las necesidades y condiciones de salud, conectar con el cuerpo y la conciencia.

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Resignificación del juego

Las esculturas blandas de Helena Heinzen

Texto y fotografía por Virginia Mesías

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Compleja tarea desarrollar una nota sobre la belleza —sea su perspectiva la más diversa, sea su abordaje el más transgresor— sin vincularla con un cuerpo material, con cuerpos en movimiento y expresión, sin aterrizar la belleza en una piel que habla o en un soporte físico que determina una forma. Difícil separar la idea de un material concreto que, en el mismo territorio que la sostiene y manifiesta, la define y encorseta. Y así, ese río inconsciente que nos empuja hacia todos los lugares comunes, trae el corsé y esa cancioncita infantil que me da vueltas desde que decidimos el tema de este número: «Los zapatitos me aprietan, las medias me dan calor…». Pero esta sección no se dirige a ningún vecinito de enfrente, porque el comienzo de estos versos nos ancla en la incomodidad y el ajuste, en la contención y la norma. Y así con todas las imágenes que se suceden, llega la sensación de disfraz y de máscara. Porque ¿hacia dónde nos dirigimos cuando perseguimos la belleza?

 

Para escribir, siempre comienzo por las entradas de los diccionarios y, esta vez, me sorprende que solo uno (de los varios que consulto) presenta apenas tres líneas que definen al término muñeca en su simbología: «Porque gobierna el trabajo manual, la muñeca es […] el símbolo de la habilidad humana» y nada más. Entonces vengo al diccionario de la Academia Española donde el término femenino muñeca redirecciona al masculino; ni por esta vez, con una palabra tan cargada de significados que apuntan a la figura femenina —entretejida a lo largo de la historia por la literatura, el cine, el teatro, la alta costura, etcétera— nos ubicamos en primer lugar de la semántica, los atajos y las sorpresas siempre esperan a las incautas. Así, resulta una «figura de persona, hecha generalmente de plástico, trapo o goma, que sirve de juguete o de adorno», también «persona de poco carácter», «cadáver de una persona». Y me pregunto si, en su representación simbólica, se evidencian estos significados últimos o se nos escapan. Cuerpo inerte, muerto, ausencia de personalidad, de espíritu; y los primeros, juego, decoración. Y no olvidemos cómo el lenguaje y sus imágenes, incluso las más cotidianas y coloquiales, conforman la realidad que creemos.

 

Cuando un tiempo atrás escuché a Helena Heinzen mencionar sus esculturas blandas, supe que dialogarían directo con mis cuerpos en tránsito en algún número de la revista. Ella misma comenta ahora lo acertado de cuestionar el concepto de muñeca, la necesidad del cambio de lugar: poner el cuerpo de la mujer en otro grado de representación plástica, que no sea solo juego, contemplación o modelo a alcanzar. Helena comienza con este proyecto en el confinamiento de la pandemia del 2020, en un taller cuyo perfil era terapéutico; había conocido a Carolina Berta, la muñequera que hizo la convocatoria, en una exposición de arte textil. La experiencia fue vía virtual y abrió el universo de este trabajo con la figura humana en vínculo con la realidad y el cosmos. Así, Helena descubrió que siempre —y sin habérselo propuesto— coleccionó muñecas (tradicionales, folclóricas) traídas desde sus viajes y las comenzó a reunir: una colección de más de treinta de todo el mundo. El término de esta primera experiencia de taller fue construir una muñeca, pero el entusiasmo no había terminado y el confinamiento tampoco, por lo tanto, se extendió el intercambio para investigar sobre los orígenes de cada una de esas muñecas y así procesar en conjunto: se denominó «Muñecas en tiempos difíciles».

 

A su vez, Helena ya trabajaba en el área de las artes visuales, en la ilustración y la pintura (se formó en Bellas Artes y en varios talleres de artistas), donde incursionó, interesada en medios mixtos, a lo largo de treinta años de profesión. Será en la ciudad de Paysandú, en una exposición de Buby Sánchez, maestra local de arte textil, con énfasis en el patchwork y el bordado, donde visualiza el universo amplio de este camino artístico, se integra al taller de Buby y profundiza sus investigaciones personales: interviene fotos (su proyecto «Geometrías urbanas», por ejemplo); también se interesa en el reciclado, transforma elementos que ya están, utiliza y rescata telas de prendas usadas para generar lo nuevo desde segundas oportunidades a telas, hilos y lanas.

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«Las muñecas, básicamente, son mujeres» me responde con firmeza. Helena busca resaltar y transgredir en la forma y en los materiales los rasgos femeninos condicionados o estereotipados, tantos cuerpos como representaciones encaradas desde la libertad creativa. «Son mujeres, sí —me reitera—, mujeres que además van tomando vida y me hablan y me dicen qué es lo que están precisando». Es una postura personal diferenciarlas de muñecas: a nivel del hemisferio sur, muñecas son estas figuras humanas y volumétricas de tamaño mediano a chico y, cuando cambian de escala y se acercan a la dimensión humana, se les llama esculturas blandas, pero, en el hemisferio norte, es más flexible el término, me explica. Sus muñecas no son para jugar, son objetos escultóricos con intención artística, no son «muñecas de trapo en sentido literal», son obras textiles. La particularidad que deben tener para ser llamadas esculturas se asienta en la masa que se conforma por el relleno y se atraviesa con hilos, se perfora y crea su forma a través de modelar la masa de tela.

Helena se define feminista, ha trabajado y mucho por los derechos de las mujeres y encuentra en esta manifestación artística la manera de plasmar la diversidad de cuerpos (reconstruidos en la libertad de la creación) y legitimar pieles diferentes en la práctica de usar telas con historias (de otras mujeres, de ella misma, de sus amigas) y dar una oportunidad válida, quebrando con estereotipos: «Esa es mi preocupación mayor», me explica. Su obra se podría organizar en series: «Muñecas pandémicas», 2020; «Muñecas (que son) reinterpretaciones de cuerpo de mujer», 2021; y «Muñecas (que son) representación de determinados tipos de mujeres», 2022. También tiene un proyecto con «Eva y sus amigas» en relación a los talleres sobre escrituras feministas en los que participa con Lilián Toledo.

 

Y concluye Helena, casi como una reflexión en voz alta, que el arte textil, en un inicio relegado a la casa y a ese virtuosismo que debían alcanzar las mujeres dentro del hogar (saber tejer, saber bordar), hoy por hoy, desde la libertad y el replanteo en mano de mujeres, se ha convertido en un lenguaje que transgrede el virtuosismo (no hay que saber coser). Y, por otro lado, se aleja de la máquina para ir a la costura a mano, para poner otro ritmo a la vida contemporánea, la costura lenta como manera de no dejarse llevar por los tiempos que corren y poner una pausa para encontrarse con el crecimiento interior y una misma. Trabajar con las manos y reivindicar la herramienta que las mujeres debían usar (y que fue método de dominación) para salir a hablar desde otro lado de otras cosas.

 

Y junto a la imagen de las muñecas-esculturas de Helena y siguiendo la línea de tomar la voz desde dentro de los espacios asignados por el control o la dominación para revertirlos es inevitable, para mí, no escuchar a Nora en «Casa de muñecas» de Henrik Ibsen que, desde los escenarios dramáticos de fines del siglo XIX, abre un nuevo lugar y un desprendimiento del símbolo: «Voy a tirar el disfraz» y, sobre el cierre de la obra: «Todavía no es muy tarde. Siéntate, Torvald, tú y yo tenemos mucho de qué hablar».

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¹Chevalier, Jean y Alain Gheerbrant. Diccionario de los símbolos. Barcelona, Herder, 1999.

²Real Academia Española. Diccionario de la lengua española, 23. ª ed., [versión 23.5 en línea]. <https://dle.rae.es> [18/06/2022].

³Ibsen, Henrik. Casa de muñecas. Salamanca, Nórdica Libros, 2010.

Le responsable est Pandora

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Natalia Rovira et les soins aux personnes âgées

Texte de Virginia Messiah

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Photographie : Virginia Messie

Pandore est le "personnage mythologique qui symbolise l'origine de tous les maux causés par le sexe féminin" car "elle emportait avec elle une boîte d'où sortaient tous les fléaux qui affligent l'humanité : vieillesse, douleur, maladie, folie", dit un dictionnaire de symboles que je consulte toujours. Confirmant les informations de la mythologie grecque et romaine de Pierre Grimal, je trouve que «Pandore était le cadeau que tous les dieux offraient aux hommes, pour leur malheur. […] Or, il y avait une jarre qui contenait tout le mal. […]. Dès qu'elle fut arrivée sur terre, Pandore, piquée par la curiosité, ouvrit le vaisseau, et tous les maux se répandirent dans le genre humain.

 

Les deux textes mentionnent ensuite l'espoir —qui est resté comme un don pour soutenir la vie des mortels— mais je suis frappé par le fait que symboliquement, il est interprété que la punition est la vieillesse et la maladie —qui vont aussi généralement de pair—. Car dans la légende mythologique je ne trouve pas précisé quelles seraient ces calamités que nous subissons ; il semble que dans notre inévitable imaginaire culturel nous acceptions le passage du temps et le déséquilibre (physique ou mental) comme un fléau et non comme des situations (défavorables, éventuellement) de l'existence.

C'est peut-être pour cette raison que, lorsque je pense aux photographies de Natalia Rovira (Montevideo, 1979), je me souviens d'abord d'une œuvre - la plus intime et la plus profonde, j'imagine - qu'elle a évoquée dans un atelier où nous avons coïncidé 2019: c'était Par rapport à son père, à la santé de son père, il n'y avait pas d'images car il partageait seulement l'idée que cela impliquait un voyage ensemble pour visiter un endroit à l'intérieur pour la dernière fois, je n'ai pas retenu plus de détails. De même, je reviens toujours à l'un de ses projets, délicat et émouvant également, celui de l'accompagnement des personnes âgées, des mères et des grands-mères âgées, porté par des filles et des petites-filles. C'est pourquoi je la cherche maintenant, et nous parlons.

 

Natalia entre dans le travail photographique en 2015, est diplômée en journalisme sportif de l'Institut professionnel d'enseignement journalistique (ipep) et se dit majoritairement autodidacte ; depuis 2018, elle travaille en collaboration pour La Diaria dans les rubriques « Féminismes » et « Sports ». C'est de son père, justement, qu'il tient sa passion de l'image et de la caméra. Sur son site internet, il précise que ce métier est un moyen de construire sa ligne dans le temps et de renouer avec une enfance heureuse. Et de l'enfance on passe à l'âge adulte et, le vase de Pandore ouvert sans retour en arrière, on fait face aux Cane Daughters, un titre percutant, précis et pas du tout métaphorique (bien que l'image fonctionne comme telle).

 

La présentation de ce projet, sur le même site de Rovira, indique ceci : « Lorsque les parents deviennent âgés et ont besoin du soutien de leurs enfants, ils se retrouvent impliqués dans une série de décisions qui ne sont pas toujours faciles à résoudre ou à accepter. » Et j'ai immédiatement quelques questions : qui prend ces décisions à la fin ? Combien sont impliqués dans ces circonstances ? Sont-ils résolus d'une manière ou d'une autre ? Parce que les solutions n'impliquent pas une issue favorable, mais plutôt que le problème cesse tout simplement d'exister. Ainsi se succèdent les préoccupations et les photographies éloquentes et sensibles, comme toutes les œuvres de Natalia. Il y a une image en particulier d'une force discursive imposante : les mains de Carmen, ses ongles peints, la couverture colorée qu'elle tricote sur ses genoux en forme de tablier. Lap qui a eu leurs enfants mais maintenant seule Cristina est là en tant que soutien, femme-soutien aussi.

Carmen est la mère centenaire et Cristina, sa fille. Cristina l'a emmenée vivre avec elle pour s'occuper d'elle, elle travaille aussi, bien sûr, elle travaille et s'occupe de sa mère ; elle ne fait jamais ce travail depuis le lieu de la plainte, il n'y a pas plus de poids pour elle, mais, en tout cas, cette réalité la consumait. D'autre part, à Hijas bastón, il y a deux jeunes sœurs avec leur grand-mère Etelvina qui vit dans une maison de santé ; Les enfants d'Etelvina sont vivants et aux États-Unis, d'où la mère est revenue lorsqu'elle est tombée malade pour être prise en charge par ses petites-filles, Valeria et Débora, qui, à leur tour, ont été élevées par Etelvina. Natalia m'explique qu'elle n'a pas trouvé d'histoires d'hommes qui s'occupent de leur mère ou de leur grand-mère : « Je ne vois pas d'hommes soignants, ils y vont si on leur demande, c'est tout — explique-t-elle et continue — je ne vois pas savoir si la sensibilité est innée chez les femmes. Il y a quelque chose de corporel et d'émotionnel dans ce travail et, d'un autre côté, il y a ce que les autres réclament et attendent, toute la charge incombe à une seule personne. Quand il n'y a pas d'outils pour reléguer, qu'est-ce qu'on fait alors ?»

 

Natalia travaille en relation avec les gens dans ses projets, ils traitent d'expériences intimes, car elle trouve une plus grande connexion avec le lieu où se trouve l'autre. Et c'est ainsi que l'on peut voir Ne continuez pas à chercher, sur les performances des Femmes en noir et des sports démasculinisés sur les politiques d'égalité dans le sport. Le jour de notre rencontre, il me parle aussi d'une des dernières couvertures de La Diaria qui est sortie avec une photo de lui, il me tend une copie et là l'image de ce visage au premier plan sur le papier parle d'elle-même et de la fidélité d'un photographe à ses choix de vie et de travail.

 

Et c'est donc nous, Pandoras ou Evas, qui générons les afflictions et les maux qui affligent l'humanité depuis le début, disent ceux qui inventent les mythes, bien sûr. C'est peut-être pour cette raison que nous sommes responsables des soins, de la protection, de la responsabilité d'aider, de résoudre toutes les difficultés comme une habitude héritée du genre. Alors que je termine cette note et que je demande des informations à Natalia, je découvre qu'elle est avec son père à l'hôpital, prenant soin de lui.

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Photographie: Natalia Rovira

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¹ Biedermann, H.. Dictionnaire des symboles, pp. 347-348. Paidos : Barcelone, 1996.

² Grimal, P.. Dictionnaire de la mythologie grecque et romaine, p. 405 Paidós : Barcelone, 1994.

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La danse et le choix du bon amant

Texte et photographie de Virginia Mesías

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Je ne peux pas t'entendre. Je n'entends pas ta voix. C'est comme si je buvais une bouteille d'anis et que je m'endormais sur un couvre-lit de roses. Et ça me traîne, et je sais que je me noie, mais je suis en retard. […] Et je sais que je suis fou et je sais que ma poitrine est pourrie à force de m'accrocher, et me voilà encore à l'entendre, à le voir secouer ses bras.

Federico GARCIA LORCA

Noces de sang

 

Et puis le conflit, voire la tragédie, se présente à nous quand on entend, quand on écoute et quand on passe derrière. Il en a toujours été ainsi : affaire d'instinct, simplement de passions ; aussi simple que cela notre corps, notre âge, notre propre conscience si sévère, la vie elle-même avec ses poids, ses limites et ses préjugés y interviennent. Et on passe d'un côté à l'autre et on se noie plusieurs fois, jusqu'à ce qu'on décide d'opter pour le couvre-lit anis et rose. Rien de simple.

 

Je me souviens d'une des premières présentations d'Analía Zufiaur, c'était en décembre 2003, dans un théâtre Gonzalo Ramírez du quartier de Palermo. Car cette fois, Cuerpos en transit ne va pas traiter d'artistes reconnus ou de noms internationaux, ni de femmes de pierre qui tentent de gagner du terrain. Cette fois, le corps en mouvement est celui d'une femme ordinaire, ordinaire, l'une d'entre nous, mais pas moins. Analía Zufiaur aura 50 ans dans deux mois, elle-même me dit : « Je ne suis plus jeune, je suis déjà une vétéran pour ça ». Mais aussi, et je ne le savais pas, il fête son jubilé d'argent : 25 ans de danse flamenco.

 

Analía Zufiaur n'a pas le corps fin et léger que l'on attend traditionnellement de la danse ; Elle est mère de deux adolescents qui vivent avec elle 24 heures sur 24, tous les jours de l'année, et elle travaille huit heures par jour, comme la plupart d'entre nous. Et dansez, dansez le flamenco parce que c'est inévitable. Il m'explique qu'il me faudrait plusieurs vies ou mondes parallèles pour apprendre excellemment dans chacun la bata de cola, excellemment l'éventail, les castagnettes, le châle, les tours de poitrine et les changements de poids dans le corps pour avoir des jambes agiles et que la soniquete est magnifique, et les applaudissements et le cajon et le chant… Elle m'explique qu'elle gagne soigneusement du temps pour cette rencontre, car le flamenco est le miroir pour se retrouver pour lequel elle doit être persévérante et cohérente. Au début, elle se souvient, ses pieds se coinçaient et elle avait l'impression qu'elle allait tomber, qu'il était impossible de coordonner ses bras avec ses pieds, puis sa tête, sa taille et son visage, mais c'était comme ça, c'est comme ça qu'elle a continué parce que la danse la met à nu, et quand elle ne se rend pas à la répétition, à 100 %, elle pense : « Et si tu n'avais pas ça ? Et si vous ne pouviez pas le faire ? Défendez-le clairement et rendez-vous ; se donner comme à un amant "parce que ce n'est pas un passe-temps ou un jeu, c'est la racine et l'axe absolu de la vie".

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Elle me dit que malgré les cartes que joue la vie —parfois éprouvante—, malgré la famille, le rôle maternel et les obstacles au travail, la tâche la plus exigeante est de s'accepter : « Je suis celle que tu vois, en voie de transformation , bien sûr, avec les traces des maternités, du temps, avec la force de gravité qui ne nous lâche pas. Et pourtant, un hymne à la maturité est possible en ces temps de jeunesse absolue.»

 

Parce qu'elle a commencé à danser « à l'ancienne » et que son point de départ, d'inspiration, a été le film de Carlos Saura avec Cristina Hoyos et Antonio Gades : Bodas de sangre, bien sûr. Quand la télévision ouverte, qui n'avait que quatre chaînes, a diffusé le film : "Les souvenirs ne sont pas intellectuels, ce sont quand même des sensations, des sentiments", me dit-il. Elle ressentait un profond désir de communication comme celui de "ces artistes du corps, mettant en mouvement la déchirure, la passion, le désir, un désir tragique dans cette histoire", ainsi le besoin d'expression, la curiosité, s'est éveillée. Des années plus tard, il a trouvé l'opportunité très proche de son premier emploi, c'était en 1997 et, par hasard, il a vu au siège de la Casa de Galicia, le 18 de Julio et Barrios Amorín, que des cours de flamenco gratuits étaient donnés, et comme dans ce fois que l'étude ne pouvait pas être payée, il a été décidé.

 

Ainsi, à l'âge de 25 ans, elle reçoit, à la fois, sa première expérience professionnelle, une approche du flamenco et aussi un contact avec la médecine chinoise (Analía est thérapeute et a été initiée à la connaissance du flamenco spirituel à Tian, une école de médecine chinoise en Espagne : pratique dans laquelle la danse est étudiée comme moyen de guérison physique, mentale et spirituelle). En même temps, il me dit, un peu en plaisantant et pas tant que ça, qu'il ne se souvient pas de ce qu'il a fait avant, ne faisant peut-être que préparer ce qui s'est déclenché plus tard : l'histoire d'amour avec la danse. Car, comme il me l'a affirmé à plusieurs reprises, le flamenco est le défi-amant-refuge. Il la met au défi de regarder plus profondément, de regarder plus précisément les sentiments qui sont encapsulés dans la réalité quotidienne, car le flamenco émeut l'amour, il ne nous laisse pas indifférent, il peut aimer plus ou moins, mais il ne nous laisse jamais indifférent, elle dit. Et il exerce aussi un puissant effet de transmutation sur ceux qui le chantent, ceux qui en jouent sur un instrument, ceux qui le dansent, ceux qui le contemplent : « Il touche la poitrine, chaque pore, cet effet est hautement cicatrisant.

 

Quand je l'interroge sur l'espace des grandes femmes de la danse, des adultes, je veux dire, elle me dit qu'elle pense justement à ça, aux grands : Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Cristina Hoyos, Antonio Gades qui ont tant influencé dans l'évolution de la danse, en plus de l'art particulier que chacun a transmis. Il se souvient quand il a eu l'occasion de voyager en Andalousie, à la source même du flamenco et de "voir des octogénaires anonymes, aux traits presque immortels, danser d'un débit, d'une position tellement jouée parce qu'il ne s'agit pas de virtuosité ou de ne rien démontrer, mais pour émouvoir l'âme elle-même qui danse à travers ces corps ridés où se voient les signes de toute vie.» Pensez à Cristina Hoyos, qui est toujours active, après avoir traversé un cancer et qui, à son tour, développe une conscience de la guérison par la danse, qu'Analía partage pleinement.

 

Puis il mentionne les académies en général, dans lesquelles se répètent les schémas de la jeunesse, du faible poids, de la ligne mince, de la résistance et de la force et de l'inévitable empreinte sensuelle. Récemment dans sa dernière école de danse, elle partage des cours avec divers camarades de classe avec une morphologie unique et irremplaçable, me dit-elle, et cela signifie que lorsqu'elle voit les danses des autres, elle se sent émue ou attirée par eux. Elle s'intéresse à contempler les femmes de son âge car : « Les plus âgées ont la vie. Bien sûr, tout le monde a des histoires à raconter avec son corps, mais elles, les femmes de 50 ans, expriment la maternité ou l'absence de maternité, la ménopause, les changements hormonaux, le désir, la recherche de l'amour ou son expérience, les transitions, séparations, changements d'emplois forcés et imprévus, et tout cela se manifeste au moment de danser.» Et donc il fait attention à la façon dont ses camarades de classe viennent en classe, à ce qu'ils apportent avec eux. Elle me raconte comment certains ont leur idylle avec le miroir et le temps qu'il lui a fallu pour se regarder sans être un juge brutal, la danse l'a beaucoup aidée avec sa timidité qui n'apparaît pas à l'oeil nu mais est là et essaie de trouver son propre regard. Il me parle aussi de l'importance de prendre soin de son corps : « Quand on a mal aux pieds, il faut les chouchouter », consacrer du temps pour que les ongles ne s'incarnent pas, les durillons, les genoux, les épaules, les coudes, poignets, les mains qui expriment la danse.

 

Et donc ça revient à la question : « Quelle place y a-t-il pour les grosses femmes ? Et il est répondu : « Petit, petit ». Que peut-être maintenant, dans ses quatre dernières années d'expérience, il a trouvé une petite place pour un corps comme le sien ; A ses débuts, elle n'a jamais trouvé la stature dans le corps et l'expression, car on cherchait à ce qu'elles expriment toutes la même chose : « uniformiser et chorégraphier le ressenti est quelque chose d'impossible et en dehors de ce qu'est la danse comme expression de l'âme ».

 

Il se souvient de la formation technique de son premier professeur, très dure, cruelle, presque violente, pendant des années il était proche du rideau, en retrait dans les présentations, presque imperceptible "parce qu'il n'y avait pas de place pour moi", uniquement en sacrifiant sa corps pourrait-il se rapprocher du modèle qu'il exerce sur le regard de celui qui dirige et des compagnons aussi. Et après la maternité, le changement a été important et c'était peut-être le moment de la plus grande souffrance : des gros seins d'allaitement, un dos qui s'élargit, la taille se perd, les hanches s'élargissent davantage et les vestiaires signifiaient toujours « couvrir, couvrir, couvrir, cacher". « Nous avons beaucoup à apprendre — dit-il — sur la douleur que nous causons en imposant ces canons ou lorsque nous les laissons nous imposer. Et la prise de conscience et la libération sont venues de la main du flamenco spirituel quand il a commencé à le pratiquer. La première occasion était en Espagne, avec une robe blanche sans manches, les cheveux lâchés (qui avaient toujours été "bien attachés, bien tenus, bien tendus et avec beaucoup de gel pour les cheveux" et elle avait des cheveux gris et des cheveux gris rebelles", ils sont comme des antennes", dit-il). Cette première fois, c'était comme être dans une autre vie.

 

Je l'écoute et je sens que je ne suis pas certaine de ce que nous allons changer avec nos histoires, avec nos images sur ces pages. Il n'y a pas de certitudes, mais il y a des racines, m'ont-ils dit un jour, et peut-être que la racine est de construire cette autre vie, comme ça, de cette façon, à l'écoute de l'autre. Parce que la dernière fois que je suis allé travailler avec Analía pour cette note, elle m'a dit, en cherchant le bon châle pour les photos, que lorsqu'elle notait des idées et enregistrait de l'audio, elle sentait qu'elle avait quelque chose à dire, que sa voix faisait sens. J'ai souri, car je n'étais pas surpris par la coïncidence qui n'en est jamais ainsi, et je lui ai dit que c'était le titre de ce numéro et la première motivation que nous avions pour le magazine.

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Bibliographie

García Lorca, Federico. Noces de sang. Buenos Aires : Losada, 1998.

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Le corps dans la pierre

Texte et photographie by  Virginia Mesías

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    La présence de la figure féminine dans l'art sculptural de la ville se réduit aux jardins, parcs et musées. En général, ce sont des enseignantes ou des mères accompagnées de leur métier, de leur vocation : les enfants qui les entourent. Hormis ces exemples, les corps des femmes sont représentés semi-nus ou complètement nus (ce qui n'est pas le cas des figures masculines) et comme des créatures quasi mythiques —sylphes ou muses—. Rarement sont-elles des silhouettes en position de pouvoir ou d'indépendance : indépendance vis-à-vis des enfants qu'elles éduquent ou élèvent, des conjoints auxquels elles appartiennent, des artistes qu'elles inspirent, des parcs dont elles font partie comme ornement. -3194-bb3b-136bad5cf58d_

    Ils n'avancent pas ou ne se stabilisent pas, ils ne regardent pas d'un piédestal dominant leur environnement, ils ne conquièrent aucune avenue ni ne marquent l'entrée d'aucun important construction politique ou culturelle, à moins qu'ils ne soient des représentations symboliques d'une idée altruiste : la liberté, la constitution, entre autres. Il est intéressant de rechercher, dans l'espace public, ces quelques sculptures qui ont une attitude – parfois spontanée ou involontaire – de désir, d'aisance. Regardons bien, car elles sont plongées dans un autre circuit, parallèle à celui des statues imposantes ou victorieuses (avec un cheval inclus plusieurs fois, bien sûr, continuité virile, disons).  

 

    Alors : pourquoi le corps et le désir se cachent-ils dans la représentation des femmes dans la ville ? Pourquoi la statuaire urbaine ne parle-t-elle pas dans un autre registre ? Quel serait le profil de la ville si les femmes apparaissaient (dans la pierre, bien sûr, c'est encore difficile autrement) détachées, retirées, décontextualisées de ces lieux réduits où elles se trouvaient et, au contraire, se manifestaient dans des lieux visibles à travers lesquels, à n'importe quand, n'importe quel citadin passe ? Pour les voir, il faut se rendre au parc, il faut atteindre le jardin, il faut entrer dans le musée pour les trouver. Sortons-les délibérément de l'espace imposé et sortons-les dans la rue, laissons-les traverser les avenues et approprions-nous les bâtiments à valeur historique pour qu'ils acquièrent ainsi un autre sens. Resignifiez le corps féminin dans la sculpture urbaine et pensez avec quelle matière émotionnelle nous marcherions sans tant de héros victorieux contrôlant la dynamique quotidienne.

    Il faudrait voir ce qui se passe à l'intérieur du pays et en Amérique latine. Quelle est la place, non seulement de la femme, mais du corps dans la ville ? Quelle représentation est faite ? Pourquoi le dénuder ou l'envelopper de tulle ? Pourquoi le transformer en quelque chose d'angélique ou de vaporeux, pas très physique, pas très matériel ? Pourquoi le cacher entre les fleurs, entre les arbres et les allées d'un parc, entre les bancs d'un jardin, entre les galeries d'un musée ? Pourquoi ne pas le déposer sur une place centrale ?

 

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Marina Abramovic : ni grand-mère ni dame, le nom propre suffit

Texte et photographie by  Virginia Mesías

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       “Había abandonado el trabajo en solitario por un ideal que me parecía más élevé : faire de l'art ensemble et créer ce troisième élément que nous appelions cet être , une énergie que l'ego n'empoisonne pas, une fusion du masculin et du féminin qui était pour moi la forme d'art la plus élevée. Elle ne pouvait pas supporter l'idée que cela ne fonctionnerait pas réellement. (…) Pour moi, la vie privée faisait aussi partie du travail. Pour moi, notre collaboration a toujours consisté à tout sacrifier pour une plus grande cause, une plus grande idée », raconte Marina Abramovic dans ses mémoires Walk through walls (2016) concernant son travail avec Ulay (Frank Uwe Laysiepen) de l'exposition Modus vivendi (Los Angeles , 1986) qui les présentait tous les deux, photographiés en taille réelle, fatigués et portant une boîte : celle d'Ulay était vide, celle de Marina était complète.

En mai de cette année, le Prix Princesse des Asturies 2021 pour les Arts est remporté par Marina; Alors on parle tous de Marina. Mais : que savons-nous de l'art de la performance ? Que savons-nous de cet artiste serbe né en République socialiste de Yougoslavie ? Mais qu'est-ce que nous savons tous, sûrement, sur Marina, ce que nous répétons tous très bien informés ? Qu'elle est la "grand-mère" de la performance et qu'une fois, dans un musée important, elle s'est assise vêtue d'une robe rouge pour regarder ceux qui ont osé et puis Ulay est apparu, quelle chance Ulay est intervenue car alors elle a été émue par la réunion et lui aussi, bien sûr, et ils se sont tenus la main et la larme occasionnelle est tombée et cette scène opportune est devenue virale sur les réseaux ! Et oui, une performance implique de l'improvisation et un contact direct avec le spectateur, et grâce à l'épisode émouvant, beaucoup d'entre nous découvrent qui est Marina Abramovic : la choquante dame en rouge qui rencontre de manière inattendue un partenaire amoureux et artistique du passé dans un film scène.(Ils étaient un couple d'environ 12 ans). Bien sûr, je fais référence à The Artist is Present (MoMA, New York, 2010), une œuvre dans une exposition plus vaste qui impliquait une rétrospective de sa carrière, aux étages supérieurs il y avait des performances de ses pièces et dans l'atrium, Marina était assis à recevoir  téléspectateurs pendant trois mois, huit heures par jour. 

 

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       Pero el punto aquí no es el premio o una performance en particular y sus dérivations, le problème est de savoir comment plusieurs notes journalistiques, publications et personnes commentent encore et encore la même chose : l'épisode viral ponctuel qui ne représente que quelques minutes dans sa trajectoire et non Rhythm O  ( Naples, 1974 ), par exemple, ou Incision in Space (Graz, Autriche, 1978) si l'on préfère que le couple travaille ensemble. Et attention aux idées auxquelles nous croyons car le MoMA lui-même y avait géré la présence d'Ulay, qui, à son tour, avait été sollicitée par Marina puisqu'il a participé à l'œuvre exposée pendant 12 ans ; elle savait qu'il pouvait être présent. Et de plus, ces larmes, cette émotion, pourraient aussi répondre à la récente et douloureuse séparation d'avec son dernier mari, Paolo Canevari, avec qui elle a également partagé 12 ans de sa vie. En tout cas, certaines pages parviennent à mentionner la Promenade le long de la Grande Muraille de Chine : l'histoire d'amour se termine et ils voyagent et marchent jusqu'à ce qu'ils se rencontrent pour se séparer ; mais cette performance a lieu après 8 ans de projection, et le point de départ initial était très différent et le titre de travail Les amants . Et on ne se souvient pas qu'en 1979, ils ont été invités à la Biennale de Sidney pour apparaître à l'ouverture de la même et naît ainsi à Marina (d'un souvenir de ses 14 ans) l'intention d'aller dans l' outback , un intérieur et semi- région aride située dans le grand désert de Victoria puis, fin 1980, ils reviennent et partent dans le désert pour six mois et là l'idée est née : « A ce moment nous avons réalisé notre prochaine grande ambition : marcher sur le mur, commençant aux extrémités opposées et trouvant au point milieu. Nous étions certains que personne ne l'avait fait auparavant. Nous avons convenu que non seulement nous nous rencontrerions en plein milieu, mais que ce serait là que nous nous marierions. Ce serait incroyablement romantique." Je pourrais même dire que cette expérience dans le désert australien a aussi ses origines L'artiste est présent : des aborigènes du désert ils apprennent à ne pas bouger, à ne pas manger, à ne pas parler pour survivre et, en juillet 1981 pour 16 jours à Sydney , représentent l'or trouvé par les artistes , une instance à laquelle Ulay ne résiste peut-être pas parce qu'il a atteint sa limite physique et sa résistance. Malgré cela, à leur retour à Amsterdam, ils décident de jouer la performance 90 fois au cours des cinq prochaines années et de changer son nom en Crossing the Night Sea, faisant allusion au contact et à l'approfondissement de l'inconscient, à la méditation et à la maîtrise de soi. Mais lorsqu'ils commencent la Marche le long de la Grande Muraille de Chine , leur histoire de vie s'est terminée, douloureusement terminée (ils se retrouveront 3 mois après qu'elle ait commencé, le 27 juin 1988, et Marina rentrera seule à Amsterdam ; Ulay se marierait en décembre avec son traducteur chinois avec qui elle attendait un enfant). Alors arrêtons de créer des circonstances romantiques qui couvrent des œuvres d'art personnelles. Marina aura-t-elle fait une performance sans Ulay ? La « reine », la « dame », la « grand-mère », apparemment elle se définit comme « marraine » (et c'est compréhensible puisqu'elle n'a jamais voulu être mère pour que ce ne soit pas un obstacle dans son travail) : a elle a fait quelque chose avant ou après ? Peut-on mentionner une œuvre de l'artiste qui n'inclut pas son partenaire ?

  Je dis que sa carrière pourrait commencer à l'âge de 19 ans avec "Trois bouts de tissu secrets", un tableau qu'il peint de 3 couleurs différentes qui entourent trois objets, un tableau dans lequel il avertit de la intervention nécessaire du spectateur qui doit "démarrer l'imagination". Ou plutôt, plus tard, avec cinq collègues de l'Académie (fin des années 1960) avec  qui ont échangé de l'art et discuté des méthodes d'enseignement qu'ils ont reçues tout en assimilant l'influence de l'art conceptuel occidental, le mouvement italien de l' arte povera , Fluxus en Allemagne et le groupe slovène Oho. Mais plus approprié est d'aller en 1969 et sa première idée de performance présentée au Centre de la jeunesse de Belgrade, Viens te laver avec moi : lorsque le public entrait, il enlevait les vêtements que Marina lavait, séchait, repassait et restituait afin que les spectateurs puissent quitter le galerie propre (mais la pièce a été rejetée). Au début des années 1970, une première exposition a lieu au Centre Culturel Etudiant : Drangularium , et son travail est en rapport avec les peintures de nuages qu'il peint à cette époque. Puis une seconde exposition au Student Center, Objets et projets , pour laquelle Marina expose une série de cartes postales, Libérez l'horizon , dans lesquelles elle efface les monuments et bâtiments historiques de Belgrade (dont certains ont été détruits pendant la guerre du Kosovo jusqu'à la fin des années 1990) . Ou peut-être que son travail commence beaucoup plus tôt, lorsque sa mère rêve qu'elle donne naissance à un serpent. Le début serait ici, avant même sa première performance mémorable : Rhythm 10 (Édimbourg, 1973). Et il rencontre Ulay en 1975, après Thomas Lips (Innsbruck, 1975), après Rhythm 0 , après Rhythm 4 (Milan, 1974), après Rhythm 2 (Zagreb, 1974). Est-ce alors que sans Ulay on ne se souvient pas de Marina, sans prix il n'y a pas d'œuvre, sans métaphore maternelle il n'y a pas d'artiste ? 

 

       Llama la atención cómo para presentar la carrera de una artista que acaba de ser primé, nous recourons aux circonstances les plus domestiques ou romantiques, les plus vendables peut-être, le feuilleton sécuritaire. Mais si c'est le cas, évoquons son enfance, ou son adolescence sous la rigueur d'une mère et d'une tante qui la battaient sans cesse et d'un père qui finit par abandonner sa famille. Marina est née à Belgrade le 30 novembre 1946 sous le régime communiste de Tito dans une maison spacieuse avec un piano, des livres et des peintures. La fille de héros de guerre devenus des membres importants du parti : son père, Vojin, était membre de la garde d'élite de Tito et sa mère, Danica, était responsable de l'institut qui supervisait les monuments historiques et également directrice du Musée de la Révolution et l'Art. Depuis qu'elle a sept ans, Marina sait qu'elle veut être artiste, elle a non seulement eu sa chambre mais aussi un studio. Déjà à la puberté, en raison des migraines intenses dont il souffre, il commence un entraînement d'immobilité et de concentration pour les supporter. Elle a vécu une adolescence inconfortable et malheureuse : elle se sentait laide, très grande, avec des lunettes épaisses et des montures lourdes, des chaussures orthopédiques, des cheveux courts, des robes en laine épaisse, un visage de bébé et un gros nez. Plus tard,   devra faire face à l'abandon de son père, le seul adulte dont il avait ressenti amour et soutien. Ils lui ont tout donné par rapport à sa formation artistique mais rien de plus. Quand j'entends qu'elle devient une diva, une star pour les couvertures des grands magazines de mode avec les tenues des créateurs les plus importants, je me souviens des vêtements que je devais porter quand j'étais jeune et que je détestais parce que cette mère était si déterminée ; mais ce sont des détails sans importance, bien sûr. Je m'arrête à la présence très constante d'Ulay quand je parle d'elle et je pense à ces idées qui se sont concrétisées dans des œuvres et qui ont appartenu au couple : combien y avait-il de l'un ou de l'autre ? Et forcément je me souviens de Gerda Taro qui est morte si jeune pour qu'on croie tous que Robert Capa n'est que l'homme et en Dora Maar et en Camille Claudel. Et peut-être ne connaissons-nous pas tous Bioy Casares et très peu d'entre nous lisent Silvina Ocampo ? Ne localisons-nous pas tous Carlos Maggi et très peu d'entre nous lisent María Inés Silva Vila ?

       Marina es Marina y ya tenía un nombre cuando conoció a Ulay. Arrêtons de croire aux regards poétiques de L'artiste est présent et au dernier rendez-vous de la Grande Muraille de Chine . Débarrassons-nous de Marina de Ulay. Pas de moitié.

 

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Terrain

Par :  Virginie Messie

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Photo :  Virginie Messie

       Una performance es una actividad artística que tiene como principio básico la improvisación y el contact direct avec le spectateur, selon le dictionnaire, selon. Parce que cette année, ce 20 mai, Cecilia Vignolo (Montevideo, 1971) et son Étreinte seront enterrées quelque part dans les 4 hectares de parc qui entourent l'ancienne maison de campagne de Máximo Santos, qui depuis 2006 est notre Musée de la Mémoire qui est responsable de "la promotion des droits de l'homme et la mémoire de la lutte pour la liberté, la démocratie et la justice sociale comme concepts culturels en construction permanente" (explique le site du MUME ). Et c'est précisément ce que cette performance apporte : construction, pratique et mémoire. Il n'y a pas d'improvisation dans cet acte, il y a concept, témoignage, permanence. Mais l'appel au public n'est pas ouvert, ce n'est pas pour des mesures sanitaires, bien sûr ; L'interaction se fera à travers les réseaux du Centre d'exposition Subway à partir de 11h00 du matin et du Centre municipal de la photographie qui couvrira également l'événement ce jeudi lors de la 26e édition de la Marche du silence .

 

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Photo :  Virginie Messie

       Esta puesta en escena surgió en el año 2007 para el 2do Festival Internacional de art du Río de la Plata , a été présenté au parc Harriague à Salto et, comme le dit l'artiste: «il crée un présent dans lequel le passé récent est intégré, dans une tentative d'accepter et de réparer sa dimension sinistre, impossible. La terre entière est jonchée des restes de ceux qui sont morts pour ma liberté. J'étreins et j'écoute la terre comme si les cris pouvaient franchir les frontières que nous connaissons, et le battement d'un seul cœur pouvait atteindre le fond du Río de la Plata. Ce n'est pas la première fois que Vignolo travaille avec la terre et avec son corps englouti, emprisonné ou intégré. En 2006, l'exposition Il y a autre chose que je veux dire portait aussi sur la terre et les câlins (salle MEC pour le ministère de l'Intérieur). « Choreography for Hands with Wives », à partir de 2007, faisait partie de Concentrado Acción au sein de la Rencontre latino-américaine de performances (Direction nationale de la culture, MEC) et ses mains menottées ont émergé de 3 mètres cubes de terre. Et lors de l'inauguration du même MUME , également en 2007, elle présente Revenir l'air respirable , enterré, avec une seule main tendue et un fil rouge qui sort, entrelacé dans ses doigts, pour entrer dans le musée.

       En otra acepción performance es rendimiento, la proporción entre el resultado obtenido y los Méthodes utilisées. La terre, l'herbe et une personne, sont les moyens mentionnés dans la fiche technique d' Abrazo : la personne est Cecilia, bien sûr, mais il y a quelqu'un d'autre là, une silhouette au sol, cachée par l'obscurité dans les contours de l'herbe, une figure que Cecilia serre dans ses bras les yeux fermés, comme si elle chantait en secret une berceuse jamais entendue, jamais finie. Parce qu'il y a beaucoup plus d'ombres qui viennent de cette terre et l'étreinte rassemble, sauve, ravive. Quel est alors le bilan de l'action de ce jeudi 20 mémoire ?

  _CC781905-5cde-3194-bb3b-136bad5cf58d_ Le transit des corps dans l'obscurité qui s'élèvent à travers les membres enfouis, le tronc des arbres du parc, le rythme des feuilles dans le vent, les yeux surpris d'un spectateur qui arrive au musée sans être appelé, ou peut-être oui , convoquées par d'autres voix, bien d'autres car elles rejoignent celles que la légende sordide du dictateur qui habitait les toponymes. La performance des corps en est le témoignage. L'artiste, la terre, ses bras et les ombres, sont des certitudes. Foi dans les ombres qui bougent selon le cercle du soleil et la durée de la scène. Foi dans les corps et leurs voix. Voix sur terre.

 

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Photo :  Virginie Messie

corps en transit

Notes sur la création

Par :  Virginie Messie

« Alors le nouvel état a commencé à prendre place. La bande noire, la rivière arrêtée, à quoi pourrait ressembler ce qui s'est passé, alors que tout était déjà perdu. (…) La femme sans tête est restée étalée sur le tapis sombre et cauchemardesque de son acte. Il y aurait, peut-être, une mesure dans le temps pour tout cela. Mais la supposition la plus simple devait alors être à courte portée. En touchant la gorge, les questions étaient terminées.

Harmony Somers, "La femme nue"

Dans cet espace, le lien entre mouvement, gestes et image est proposé à partir de l'expérimentation sur nous-mêmes : nous sommes la carte, le territoire de notre propre besoin de parole et toute expression possible passera par la peau, le muscle, les os, en eux habite l'outil certain, permanent et périssable, d'où son drame incontournable, si performatif, si visuel.

 

Pratiques artistiques de travail avec le corps, à partir du corps, à travers lui. La performance, l'autoportrait, la poésie et la voix, l'image photographique, l'installation, la parole. Autant de manifestations de créativité dans cette ligne conceptuelle. Autant d'artistes qui construisent un langage physique.

 

Ce sera alors un discours expérientiel dans lequel les formes deviennent impondérables et le regard cherche le contour de l'objet et celui-ci, à son tour, extériorise le besoin de transformation d'être soi et un autre, de renaître et de définir son identité. .

 

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Photo :  Virginie Messie

Le geste et le mouvement sont des expressions spontanées, ils disent ce qui doit être communiqué à chaque instant, en toute circonstance : le corps se ferme sur l'émotion ou s'ouvre à la naissance. corps de tous les jours. coins et fenêtres. Maison du Corps. Acte et témoignage de  création. Le langage est une maison d'images et de mots, c'est la chasse au monde qui veut s'évader à la lumière de mes dernières photographies.

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