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Foto del escritorPiel Alterna

Los va a despeinar la historia


Editorial

El 27 de junio próximo, se cumplirán 49 años de la dictadura cívicomilitar en nuestro país. El tema de este número es la «vejez», hemos transitado por ese concepto a través de distintas líneas, algunas vinculadas a las personas que la viven. Sin embargo, el tiempo transcurre y también los hechos se vuelven viejos, pasados. La idea de lo que quedó atrás ha sido una constante en el pretendido camino del olvido. Es interesante, ya que los relatos de nuestras secciones apuntan a la memoria, a la necesidad de establecer un vínculo entre lo que somos como resultado de lo que hemos sido, para definir nuestra vida.


Tener presente el pasado no redunda en aquel repetido simplismo que supone una visión de venganza que, supuestamente, impide una construcción social hacia el futuro. La memoria nos reafirma en lo que somos como humanos. Hemos atravesado toda la historia, hemos cometido todos los errores, hemos creado y destruido, pero ¿quiénes queremos ser como humanidad de aquí en más? Construir es posible sólo si somos conscientes de nuestro proceso, porque es la única manera de no volver a cometer las mismas atrocidades bajo ningún pretexto.


Las dictaduras latinoamericanas supusieron un período oscuro de nuestro proceso, definido por persecuciones, torturas, desapariciones, —diría Fito Páez «muy amargas»— y por tantos silencios que es hora de romper. El reclamo de justicia y verdad no puede, jamás, ser comprendido como un acto de venganza, porque de esa manera ensuciamos dos palabras que deberíamos honrar si queremos ser una mejor especie.


Vivimos en los tiempos de la posverdad lo que, parece, habilita la justificación de un acto inmoral por un dolor subjetivo y personal, eso nos distancia de la meta humanista. Nos impide ver la totalidad del panorama. Transcurre mayo y en él nos sumamos a un silencio que quiere dejar de serlo, porque remite a un silencio mayor, el de no saber. Transcurre mayo, lxs familiares de detenidxs desaparecidxs también se van yendo sin saber. Nos dejan sus fotos, su esperanza y la ilusión de que seamos capaces de construir un mundo mejor donde la palabra verdad no sea reducida a conveniencias que justifique la perspectiva personal. Tenemos dos opciones: o superamos nuestra etapa primaria y brutal para ser mejores, o nos destruimos. Definir el camino y hacerlo juntxs, ese es nuestro trabajo hoy.

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