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  • Foto del escritorPiel Alterna

Las edades de la violencia

Texto por Diana Mines

Esquinas del Arte


Algo debemos estar haciendo mal, o no haciendo, para que sigan perpetrándose femicidios y agresiones graves de género a pesar de haber ganado espacios de trabajo y puestos de decisión.


Nos hemos concentrado en la reconquista del poder arrebatado y olvidamos recuperar la consciencia del arrebato. Porque en todos los casos: ¿qué condujo a cada mujer agredida a aceptar una relación que seguramente mostró desde un comienzo desbordes de control y posesión camuflados de pasión y proteccionismo? Es en esa progresiva combinación de abusos y concesiones que se gesta la espiral de la violencia en muchas relaciones, no solo de pareja sino también laborales.


Sigue vigente una cultura que nos educa a mujeres y hombres para ejercer los roles femenino y masculino –no siempre coincidentes- naturalizando el control y la posesión. No es extraño que fracasen tantas campañas para denunciar los maltratos.


Las fotógrafas uruguayas supimos demostrar una capacidad de movilización que a lo largo de cuatro exposiciones colectivas¹ corrigió definitivamente la injusta invisibilidad de las mujeres en el terreno creativo de nuestra profesión. Lo que comenzó respondiendo a una necesidad reivindicativa, pasó a ser una experiencia disfrutable de miradas y motivaciones compartidas, al punto que grupos más reducidos siguieron convocándose en torno a coincidencias más específicas. Sin embargo, cuando volvieron a cobrar fuerza en Montevideo las marchas del 8 de Marzo, con mujeres hartas de una violencia de género que no cesa ni recibe las respuestas adecuadas del sistema, algunas fotógrafas registraron su desarrollo, sin sumarnos como colectivo organizado. Es justo destacar la excepción del grupo En Blanca y Negra², que en dos intervenciones urbanas marcó la inequidad de género que aún persiste en el campo político y el sindical. Pero todas nos debemos un análisis profundo de esa violencia que nos compromete como mujeres en un despertar histórico.


La niña, la pinta y la Santa María


En el trayecto de mi propia fotografía, me pregunto qué imágenes pautaron mi impotencia ante situaciones de agobio, o quizás buscaron respuestas y salidas. Porque por impecable que sea nuestro razonamiento feminista, a todas nos ha pasado enmudecer o quedar paralizadas ante coyunturas amenazantes de cualquier tipo.


Las niñas tienen escaso poder de decisión sobre los gustos y conductas que afloran en su personalidad. Quedan a criterio de sus madres, quienes han manifestado ya su propio grado de apego a los patrones vigentes. Las cabezas son depositarias de señales identitarias y a las niñas corresponde pelo largo y orejas perforadas (acto irreversible, que solo podrán optar por seguir adornando, o no).



Diana Mines cumple 5, Nov 22 1953


Cuando estuve por cumplir 5 años pedí como regalo que me cortaran las trenzas que mi madre entrelazaba luego del penoso desenredo diario. Cerca de cumplir los 40, otras violencias –otras desobediencias al destino femenino- desembocaron en un extraño ritual, un intento vano de volver a la edad en que el mayor enredo era apenas mi pelo… La cámara, gran aliada, visibilizó –resolvió, casi- tamaña angustia. Una trenza y una cabeza cortadas. La segunda, podrá reconstruirse. La primera no, pero será la columna que sostenga.

Foto: Diana Mines, Autorretrato con trenza propia de niña, 1988


Diana Mines, Radiografía de columna (perfil), INOT, febrero 2016


Hoy, a los 72, es la cámara la que se paraliza cuando ya todo el cuerpo, desnudo, expresa las violencias acumuladas. Ahora son aparatos manejados por otros los que visibilizan. El sistema tiene otras preguntas para identificar: ¿qué edad tiene, abuela? ¿qué tareas realiza? ¿sabe en qué día estamos? Una vez más, todo con afecto, por nuestro bien.


Con cámara o con palabras, habrá que seguir reclamando.


Foto: José Pilone, Instalación La Saga, diciembre 2013


Diana Mines nació en Asunción, Paraguay, en 1948 y reside en Uruguay desde 1951. Trabajó como fotógrafa de teatro y laboratorista, escribió críticas sobre exposiciones en varios medios, integró jurados, realizó curadurías y participó en numerosos eventos nacionales e internacionales. Ha ejercido la docencia durante cuatro décadas y ha expuesto sus fotografías, tanto individual como colectivamente. Integró el equipo del programa “f/22 – Fotografía en profundidad” –producido por el Centro Municipal de Fotografía y

Tevé Ciudad- y recibió el Premio Figari por su trayectoria artística en el año 2010.

Varias obras suyas integran la Colección Engelman-Ost. Actualmente coordina el Taller Miradas.


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¹ - Campo Minado (1988), A Ojos Vistas (1995), Cómplices (1997) y Cuarto Creciente (2001). De 11 fotógrafas inciales se llegó a 40, ocupando 3 salas de exhibición: Atrio de la IMM, Fundación Buquebús y Galería del Notariado.


² - Colectivo creado en 2015 e integrado por Sandra Araújo, Adriana Cabrera, Ana Casamayou, Lilián Castro y Estela Peri, realizó la intervención urbana Hijas de Vidriero en la Plaza 1° de Mayo en el acto del Día de los Trabajadores de 2016, y Cosa de Mujeres en Plaza Independencia, 2018.


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