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  • Foto del escritorPiel Alterna

Es culpa del cuerpo


Texto por Julio Boffano / Fotografía por Mariela Benítez

Disidencias


Autor del libro Conocerme me hizo libre


La segunda acepción de la Real Academia Española, define al cuerpo como un «conjunto de sistemas orgánicos que constituyen un ser vivo» y, como cualquier sistema, necesita organizarse para funcionar interrelacionadamente y con interdependencia. Este es el primer punto básico a destacar: el cuerpo es relacional. Desde la primera infancia hablamos de reguladores emocionales, afectivos y relacionales de nuestros cuerpos, que quedarán en la memoria de lo que aprendimos a ser y hacer en relación a cómo las demás personas nos tocaron, cuidaron, alimentaron y, en mi caso también, por ejemplo, abusaron y violaron. Ya en los primeros años de vida aprendemos a no decepcionar a aquellas personas que consideramos importantes, pues necesitamos aprobación, amor y afecto para desarrollarnos socialmente. El cuerpo lo sabe y lo recuerda, pero la buena noticia es que se puede reconstruir, precisamente porque las relaciones y los vínculos van permitiendo el cambio, si es que optamos por la reconstrucción.

Las memorias son implícitas y también tienen que ver con cómo nos dijeron corporalmente que nos amaron y tocaron. Aprendemos el modo de compartir y comunicarnos desde nuestro cuerpo, por eso es muy importante elegir y decidir cómo compartimos con las demás personas, con quiénes queremos hacer ese proceso y hasta dónde, porque hacemos todo con nuestro cuerpo y es desde esa memoria que hay que ir deconstruyendo. Aquí entran los impactos de lo que concebimos y percibimos, así como las construcciones culturales de cómo debe ser un varón, una mujer o una mamá, sin dejar casi espacios para las disonancias y disidencias.

La culpa, entonces, tiene una función muy poderosa al incidir en nuestro comportamiento. ¿Cuándo te sentís mal? ¿Cuándo te sentís culpable? ¿Culpable de qué? ¿De no corresponder a lo que te adjudicaron? ¿De no cumplir con lo que te dijeron que tenías que ser o con lo que vos mismo te convenciste de que tenías que ser? En el libro, dedico un capítulo entero a la culpa porque es una medida de control del poder hegemónico que hace que cada vez te sientas más vulnerado y vulnerable. Hay una sociedad que te dice cómo debe ser tu cuerpo y, gracias a las luchas de muchos colectivos en los últimos años, se han abierto diversidades, también desde el punto de vista de los cuerpos que somos y habitamos.

En mi caso, tuve que trabajar durante décadas para que mi cuerpo (que incluye el cerebro) no vinculara todo con los abusos que sufrí siendo niño. Ese proceso que explico en mi libro Conocerme me hizo libre, implica, por ejemplo, aprender el lugar que tiene el culo en el imaginario y en la realidad y la legitimidad de hombre-macho, es muy interesante recorrer los diferentes dichos y cánticos que hay sobre este tema.

Asumir ante los demás haber sido abusado y ser sobreviviente es muy difícil. Uno se siente mancillado, ensuciado. La situación es muy compleja para las mujeres, quienes han sido la gran mayoría de las víctimas y que socialmente, incluso hoy, son acusadas de ser cómplices indirectas de los abusadores. Pero también es terrible para los varones. En nuestras sociedades machistas, donde es el hombre el que domina, el que «la tiene más larga», ¿cómo se asume públicamente que uno fue abusado o violado? ¿Cómo decir que a uno lo vulneraron también desde ese lugar? ¿Cómo uno se mira en los rostros de los demás siendo un varón abusado?

El patriarcado también nos oprime a los varones que queremos vivir nuevas masculinidades, porque somos relaciones en y desde nuestros cuerpos. Solemos creer que nos comunicamos con las demás personas desde lo verbal, sin embargo, la mayor parte de la comunicación es desde nuestros cuerpos con lo implícito y aprendido de todo lo que es lo corpóreo y siempre está presente, consciente o inconscientemente.

En la educación formal, a veces, lo que se espera es que esos cuerpos que naturalmente están siempre en movimiento se detengan durante el proceso cognitivo para el aprendizaje; esa «obligación» de neutralizar el cuerpo ha traído como consecuencia que haya tantos niños, niñas y adolescentes medicados. El desafío será lo que ha pasado durante estos años de pandemia, en donde el cuerpo estuvo mediado por las tecnologías de la información y de la comunicación y ver cómo se construyó ahí, ya que somos el cuerpo que hemos podido ir construyendo y que nos modelaron, aunque, por suerte, sabemos y sentimos que se puede deconstruir y cambiar.



Luchar contra una cultura cristiana en general, que tiene una antropología basada en que el cuerpo es lo malo y pecaminoso, nos condiciona a todas las personas, como pasa con otras religiones. Hay que recordar que el principal órgano sexual es el cerebro y la sexualidad es la energía que nos mueve, siendo esta un concepto diferente al sexo en general y en particular a las visiones cosificadas y genitalizadas que existen en la mayoría de los cristianismos.

La mayor parte de nuestras relaciones y vínculos son desde esa conciencia y regulación que hemos tenido en nuestros cuerpos, eso nos da la posibilidad de abrirnos, porque todas las personas tenemos cuerpos diferentes. Es por este motivo que la diversidad es una riqueza y es lo único natural. El cuerpo es nuestro territorio y el autoconocimiento nos abre a la compasión, solidaridad, altruismo, respeto y, en definitiva, ayudar a las demás personas es el único camino de la interdependencia y, por lo tanto, a «la felicidad». Y esto sí que es una elección. La procesión también va por fuera, así que permitámonos dejar de disimular y exteriorizar lo que sentimos, liberémonos de las culpas.

Elegir quién soy es elegir qué culpas van conmigo y qué culpas dejo de lado, un poco como los recuerdos que decido enterrar y los que decido conservar. No necesitamos el permiso de ninguna institución para ser lo que somos.



Julio Cesar Boffano (Paysandú, Uruguay 1966) Licenciado en Comunicación, experto en comunicación organizacional. Docente universitario con postgrado en Educación. Estudió filosofía, teología, ciencias sociales, derechos humanos y políticas públicas. Periodista especializado en temas de migración. Investigador, consultor y asesor en comunicación en diferentes organizaciones, entre ellas agrupaciones políticas. Concejal Municipal en Montevideo (2019-2024). Durante 17 años fue seminarista, religioso y sacerdote jesuita de la Iglesia Católica. Militante y activista de derechos humanos con acompañamiento de personas y movimientos LGTBIQ+. Se define como migrante. Vivió 13 años en Roma, uno de sus lugares en el mundo.


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