Escenidades
- Piel Alterna
- 16 abr 2021
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 29 abr 2021
Texto: Roxana Rügnitz / Fotografía: Mariela Benítez
Hay una imagen que se repite, que late en mi costado: una máquina de escribir pesada, una luz tenue y un hombre que fuma mientras aporrea las teclas como demente. Los ojos, que fijan ese cuadro, son los míos, el escritor, mi padre. Cuando miro en el abismo, lo veo como una tabla salvadora que me recuerda quien soy.
Es desde ese lugar que escribo…. Ansiando componer palabras simples que alcancen el sentido…. escribo.
Cuando el insomnio se vuelve ansiedad, cuando me despierta ese impulso, que es físico, entonces entiendo que debo responder y escribo.
Estoy atrapada en el territorio teatro. Tal vez nací en él y nunca me pude ir. Hay algo en sus fronteras que me enamora siempre. Cuando pienso en teatro, mi memoria se dispara a los rincones más íntimos donde los encuentro, allí están los fantasmas con sus historias, detrás de ellos, los telones, las tablas, los olores me atraviezan la piel, me desencajan la realidad, es como volver a la casa de mi abuela llevada por aromas ancestrales. Eso me pasa con el teatro. Ver teatro y escribir, como reacción inmediata, para que esas fuerzas invasoras salgan disparadas, libres al fin de mi cuerpo. Cuando Nelly Goitiño me mandaba a investigar, ya lo sabía, mi geografía del teatro iba a estar siempre definida en la escritura.

Detalle de obra de Gustavo Fernández
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